Se te va la vida al pensar en el futuro y no encontrar estación aceptable, como dice Rosa Montero en su reciente libro ‘La buena suerte’.
Se te va la vida al pensar en el futuro y no encontrar estación aceptable, como dice Rosa Montero en su reciente libro ‘La buena suerte’.

Hay preguntas que no se hacen, incluso en los peores momentos, como en esos cuando sientes que se te va la vida. Porque la vida parece que se nos va, en muchos instantes, como cuando te hundes en la oscuridad de la soledad y la tristeza sin sentido; como cuando te miras al espejo y no te reconoces porque dejaste de ser tú.

Se te va la vida cuando te enteras en ese obituario que hoy es Facebook que una de tus grandes amigas murió por el maldito , y las lágrimas no cesan, ni una noche ni otra. Se te va la vida al pensar en el futuro y no encontrar estación aceptable, como dice Rosa Montero en su reciente libro La buena suerte.

Hay preguntas que dejé de hacer para no sentirme una mujer parchada que ayer estuvo rota. Esos silencios no sé si me dan alivio o se convierten en otra mochila para cargar, creo, la verdad, que me confortan.

He dejado de preguntarme si mi corazón es realmente un papel en blanco, otra vez. No cuestiono si sigo enamorada o si el pasado borró aquello que trastocó todos mis cimientos. No pregunto si este encuentro es relevante, o parte de la cotidianidad que es el camino con rutas en común. Guardo silencio. Porque el silencio me arropa, me protege, me mantiene inmune, como si me hubiera vacunado ya del maldito virus.

Callo. Te miro y callo. Porque hay respuestas que no se quieren escuchar. Porque hay días en los que solo quisiera estar en cualquier parte y sentir que la felicidad se me ha hecho un hábito. Una felicidad no de carcajadas. Una felicidad construida de momentos tranquilos, íntimos, rodeada de café y libros, y de la leve certeza que quizás algún día escribiré historias de gatos o de tazas de café con personas irremediablemente seductoras.

Esa felicidad que habita, como el viento pasajero, llega cuando tomas en cuenta que los que más quieres están sanos, a pesar de la pandemia. Esa felicidad me embarga cuando, en la cama grande de mis noches, no me hacen falta más que mis gatos. La felicidad de la reconciliación con el tiempo, con el presente y el pasado. Entonces me vuelvo a callar. Porque mi voz no es necesaria. El silencio te da señales, y te indica por dónde ir hoy que cambiaste lo necesario para continuar en la batalla como una guerrera incansable.


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