Martín Vizcarra tomó juramento en una ceremonia que empezó poco después de las 4 p.m. (Foto: GEC)
Martín Vizcarra tomó juramento en una ceremonia que empezó poco después de las 4 p.m. (Foto: GEC)

La Noche Buena del año pasado el entonces presidente se encargó de terminar de incendiar una pradera que andaba –ya– bastante seca: entre gallos y media noche indultó al ex presidente Alberto Fujimori bajo la figura de que confería el derecho por motivos humanitarios y puso, en términos políticos, el último clavo de su ataúd. En pocos meses sería obligado a renunciar al cargo con el que había sido investido y nuestro discreto embajador en Canadá terminó asumiendo un puesto que muchos consideraron le quedaría grande.

El presidente Vizcarra, sin embargo, supo sintonizar con el descontento de la ciudadanía y aplicó un rápido paquete de medidas que lograron calmar la desazón del pueblo y encauzarlos detrás de una causa común: la lucha en contra de la corrupción colocada detrás del referéndum que, prometió, se celebraría. Los reflejos políticos del presidente, sin embargo, fueron más allá: tuvo la capacidad de lograr apoyo de la población en determinados asuntos y de que luego el apoyo sea retirado. Vizcarra ha sido el personaje político del año.

Hoy, sin embargo, en las vísperas de una nueva Navidad y después del año más convulsionado quizá desde el 2000, el presidente enfrenta un reto titánico: con la propuesta del referéndum aprobada y con la posibilidad de que nuevas bancadas se armen en el Congreso, el mandatario deberá dedicar la segunda mitad de este quinquenio a resolver los asuntos que han quedado postergados por la bulla política que ha impedido gobernar al país: desde las brechas en infraestructura hasta la anemia galopante entre nuestros niños.
Lo que Vizcarra tiene por delante es quizá uno de los más grandes retos en la historia de nuestro país; no obstante, si logra sortear la tormenta que se avecina y que iniciará este 14 de enero con la nueva información llegada desde Brasil, Martín Vizcarra habrá pasado a la historia como el primer vicepresidente de la República que logró una transición democrática y constitucional. Ahora: para esto será fundamental que no se deje seducir por aquellas voces que lo empujen a una reelección que, a todas luces, destruiría su capital político.

El presidente Vizcarra tiene, solo una Navidad después que su antecesor, uno de los retos más grandes de nuestra historia contemporánea. Desde esta tribuna le deseo sinceramente que tenga la ponderación como para poder llevar la más pesada de las cargas (el poder) y tener la solvencia como para no dejarse doblegar por sus pesos. Su éxito, nos guste o no, será el de todos los peruanos. Y, quizá, podremos llegar al bicentenario en una mucha mejor situación que la que hace solo unos meses imaginábamos posible. Ojalá.
¡Feliz Navidad para todos los lectores y el gran equipo de Perú21!