“La fecha da para todo. Elija usted si es porque nació Jesús; o porque salió el sol; o porque hay quien le quiera, abrace y bese; o porque recuerda bien a los que ya partieron”.  (Foto: Hugo Curotto / GEC)
“La fecha da para todo. Elija usted si es porque nació Jesús; o porque salió el sol; o porque hay quien le quiera, abrace y bese; o porque recuerda bien a los que ya partieron”. (Foto: Hugo Curotto / GEC)

Hubo un tiempo en que mis amigos no cristianos daban saltos mortales para no recibir los saludos por . No les hacía gracia celebrar a un Dios en el que no creían, su religión no se los permitía. Puestos en sus zapatos, en este lugar del mundo, veo que la Navidad era sumamente intrusiva. Lo dominaba todo a la fuerza, como quien continúa la historia de la evangelización. Pero, con el tiempo, se hizo más sutil. Al nacimiento clásico (portal, José y María, burro, vaca, pesebre y Niño) se le agregó un nuevo ícono: San Nicolás (Papá Noel). Aparecieron nuevos símbolos: el árbol, el hombre de nieve, la galleta de jengibre y el reno de la nariz roja.

La música sacra fue sustituida por villancicos, porque la fiesta es para los niños. La liturgia pasó de las catedrales a los grandes almacenes porque, para que la alegría fuese evidente, tenías que comprar y regalar, como lo hicieron los reyes de Oriente. Entonces las fiestas dejaron de ser exclusivamente cristianas y pasaron a ser de todos, aunque no creyeras en este Dios, o en ningún otro. Como transacción lingüística empezamos a desearnos felices fiestas y no feliz Navidad. En apariencia, la Navidad ha sido expropiada a los cristianos. Pero no es así, la fiesta siempre había sido de todos.

Perdido en el tiempo, antes que Jesús, el Sol había nacido un 25 de diciembre. En el calendario antiguo de Julio César, el día anterior, o por ahí, el Sol se encuentra lo más al sur del Ecuador y eso hace que sea el día más corto del año en el hemisferio norte. Tanto que en el polo norte es pura noche, no hay un segundo de luz. Es el solsticio de invierno. A partir de ese día la luz recupera terreno y, poco a poco, los días se hacen más largos. Para los antiguos, en la madrugada del 25 de diciembre nacía nuevamente el Sol y le dedicaban unas fiestas espectaculares, por mejores cosechas. Los cristianos tomamos esa tradición y, más o menos, establecimos que Jesús había nacido también ese día, para contrarrestar las religiones paganas.

Lo cierto es que la fecha da para todo. Elija usted si es porque nació Jesús; o porque salió el Sol; o porque hay quien le quiera, abrace y bese; o porque recuerda bien a los que ya partieron; o porque tiene niños revoloteando o uno por llegar. Ya lo ve, tiene una razón para vivir. Eso es en lo que se ha convertido esta Navidad universal. Por eso es que, aunque los tiempos sean difíciles, la Navidad recupera fuerzas, devuelve alegrías y despierta esperanzas. Aunque no crea en Dios, toca los corazones. Por eso, un abrazo, feliz Navidad.

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