"En esta semana, el primer ministro quiso abandonar el barco antes que se hunda. La fiscal y el presidente se pelean por quién visita a quién, el presidente acepta ir donde la fiscal solo para quedarse callado...". (Fotos: Britanie Arroyo)
"En esta semana, el primer ministro quiso abandonar el barco antes que se hunda. La fiscal y el presidente se pelean por quién visita a quién, el presidente acepta ir donde la fiscal solo para quedarse callado...". (Fotos: Britanie Arroyo)

París bien vale una misa, lo dijo Enrique de Navarra, quien, para llegar a ser Enrique IV de Francia, en medio de las guerras religiosas, debía dejar de ser protestante para ser católico. Por eso, se convirtió al catolicismo a fines del siglo XVI. Desde entonces, la frase expresa que, en las encrucijadas, uno debe elegir bien sus prioridades. Durante la , los aliados desembarcaron en Normandía en junio de 1944. Por ese tiempo, no pensaban ir a París. Su liberación no solo costaría vidas y material de guerra, sino que, luego, había que distraer logística para alimentar una ciudad de cinco millones de habitantes. Era preferible dejar esa tarea a los nazis, para llegar a Berlín lo más pronto posible. Pero algo sucedió, porque los aliados finalmente tomaron París. Eso fue aprovechado por los soviéticos, que llegaron a Berlín antes que los aliados, en mayo de 1945. Luego vendría la Guerra Fría, con una Unión Soviética mejor posicionada, entre otras cosas, por el conocimiento alemán que capturó en Berlín. ¿Qué pasó?

Los aliados tenían la política de administrar los territorios liberados por un tiempo. Esto pasó en Alemania y se pensaba lo mismo para Francia. Pero los franceses no querían pasar de la ocupación nazi a otra aliada, aunque fuese amigable. Por eso, antes del desembarco en Normandía, Charles De Gaulle y otros líderes en el exilio establecieron un gobierno provisional. Pero, para un reconocimiento oficial, era clave recuperar París. Mucho riesgo, evaluaron los aliados, porque en la liberación iban a jugar un papel muy importante la Resistencia francesa y el Ejército Popular de los refugiados de la Guerra Civil española, ambos controlados por comunistas. Sin embargo, dos sucesos precipitaron las cosas. Uno fue el levantamiento de la Resistencia en París, que obligaba a ir en su ayuda, porque los nazis podían vengarse con asesinatos de civiles. Otra fue la orden de Hitler para destruir la ciudad. ¿Arde París?, preguntó. El gobierno provisional salvó la ciudad y fue reconocido, tanto que, cuando se ocupó Alemania, a Francia le atribuyeron derechos equivalentes a Estados Unidos, Gran Bretaña y la Unión Soviética.

En cambio, nosotros no tenemos objetivos ni estrategias ni prioridades. En esta semana, el primer ministro quiso abandonar el barco antes que se hunda. La fiscal y el presidente se pelean por quién visita a quién, el presidente acepta ir donde la fiscal solo para quedarse callado, el Congreso no autoriza el viaje del presidente a Colombia para el cambio de mando, por temor a que se fugue, por tanta evidencia acumulada, y contando. Distraídos o enfurecidos, andamos a la deriva. Ahora mismo, por ejemplo, se debe presentar al Congreso el presupuesto para 2023 y hay asuntos en salud, educación y seguridad que hacen agua por todos lados. Nuestra capacidad de gestión pública está destruida y la situación fiscal es mala. Este año ha sido leve porque la recaudación tributaria creció en automático por los mayores precios de los minerales, pero no será así el año que viene. Estamos a dos meses de las elecciones regionales. En Lima tenemos pendiente el tema del transporte público, que es insostenible, por tiempo y costo, para casi toda la población.

Nada de eso parece estar en nuestra agenda cotidiana. Pero, simulando, ¿cuánto le vale París? Se lo facilito: ¿Cuánto vale la tranquilidad de sus padres, de su hijos, de sus nietos, de su pareja? Le respondo, todo. Entonces, ¿por qué no nos ponemos a trabajar en identificar objetivos y prioridades, y en conciliar estrategias para alcanzarlas?