(Foto: Difusión)
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En lo que va de los primeros tres meses del gobierno de Castillo, los peruanos nos estamos acostumbrando a convivir con la crisis. No pasa una semana sin un sobresalto por un mal nombramiento, un caso de corrupción o una declaración altisonante de algún miembro del gobierno que generalmente es el propio presidente.

Hablar de estatizar o nacionalizar Camisea solo sirvió para recordarnos que tenemos un gobierno de izquierda que no tiene rumbo y que, por lo tanto, no podemos mirar hacia el futuro, sino concentrarnos en el corto plazo.

Fue justo en momentos en que el gabinete se estaba presentando en el Congreso para pedir el voto de investidura que se produjo esta trágica declaración del mandatario. A esto se adiciona el pedido de delegación de facultades al Ejecutivo para legislar en materia tributaria, algo que generalmente se le otorga a un nuevo gobierno y que generalmente se excede.

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El problema es la alta desconfianza que inspira el Ejecutivo. No solo seleccionan mal a los altos funcionarios, sino que hay indicios de corrupción en el entorno del partido de gobierno y una comprobada inexperiencia del presidente en asuntos públicos.

No se puede delegar facultades legislativas a un gobierno que despierta tanta suspicacia; hacerlo sería en extremo irresponsable. Si necesitan mayores ingresos, pues solo tienen que reactivar la economía y así recaudaran más IGV, aranceles y renta, y para hacerlo tienen que generar confianza, cosa que les es muy difícil.

No es fácil la tarea de gobernar, sobre todo cuando no se tiene ni la experiencia ni el liderazgo y solo queda que el Congreso ejerza celosamente el rol de contrapeso que le asigna la Constitución.

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