[OPINIÓN] Ariel Segal: “Cinco reyezuelos y un castillo”.
[OPINIÓN] Ariel Segal: “Cinco reyezuelos y un castillo”.

Érase una vez un hombre que quiso ser rey, pero derrumbó su propio castillo pensando que podía ser una especie de Pedro el Grande, como aquel zar de Rusia, pero, a diferencia de este, que modernizó su imperio, el pichón de monarca del que hablamos intentó gobernar su territorio montado en una máquina del tiempo en retroceso.

Este fracasado rey tenía cinco aliados y, cuando cayó en desgracia, estos ignoraron aquello que tanto declamaban sobre la soberanía de los pueblos para ayudarse entre sí.

El primer rey, quizás con la inspiración de alguien que intentó proclamarse emperador en su tierra, un tal Maximiliano, solía hablar todas las “mañanitas” y un día se inventó un mariachi sosteniendo que el reyezuelo caído era víctima de discriminación y le quiso dar asilo a pesar de que cacareaba el principio de no injerencia. Otro con nombre del primer Papa cantó una cumbia mentirosa a la cual se aunó otro reyezuelo dominado por su consorte con un tango, ambos expresando que su aliado que perdió la corona no logró movilizar a sus súbditos por una trampa que le tendieron. El cuarto, un reyezuelo del medioevo –quien mantenía a un escudero en el poder y quizá emborrachado por una fragancia de mar–, aseguró que admiraba al reyezuelo desnudo en sus intenciones absolutistas que había destrozado su propio castillo. Y el más cruel de todos, que gobernaba y fusilaba a sus oponentes como lo hizo el zar Nicolás III de Rusia, aunque con el discurso de sus verdugos comunistas y un bigote a lo Stalin, cantó un bolero sobre una supuesta conspiración de las oligarquías para derrocar a su aliado que había intentado crear sus propios grupos de poder, entre familiares y camaradas de su pueblo natal.

Con injerencia de reyes y reyezuelos en la región de los “buenos salvajes” no hay finales felices en cuentos como este.

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Carlos Anderson


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