“Para ser exitoso, hay que trabajar, los éxitos no caen del cielo ni los regala el Estado. Melgar es prueba de ello”. (Foto: Twitter @Melgar Oficial)
“Para ser exitoso, hay que trabajar, los éxitos no caen del cielo ni los regala el Estado. Melgar es prueba de ello”. (Foto: Twitter @Melgar Oficial)

Soy rojinegro desde siempre. Me hice hincha solo. En casa, el fútbol era ajeno. Yo me encargué de meterlo a pelotazos, quebrando de todo en mi hogar.

Solía pedirle a mis padres que me llevaran a ver al Melgar, pero la respuesta siempre fue negativa. El fútbol era un espectáculo poco afín. Ante mi insistencia, mi madre recurrrió a una amiga: mi tía Uge Blanco, la primera dirigente mujer del fútbol nacional e hincha del Melgar.

Ella me llevó a ver a mi equipo. Gracias, Uge. Cuando no iba, escuchaba los partidos por la radio tratando de dibujar aquello que, con énfasis, narraban los locutores. Años después descubrí que la radio te cuenta otro partido; no el que se juega, sino el que quisiéramos.

Recuerdo el campeonato del 81. No lo vi, pero lo jugué en la radio. Luego vino una larga sequía con algunas gestas y muchas decepciones, pero no abandoné.

Melgar fue víctima de ese zafarrancho que es nuestro país: informalidad, aprovechamiento y desorden, y navegó con más bajas que altas. Hasta que un empresario limeño tuvo el coraje de hacerse del Melgar. Resistido inicialmente, Jader Rizqallah nos regaló en el 2015 un nuevo campeonato y puso a Melgar a trabajar seriamente. Los resultados de ese esfuerzo los vemos hoy. Es el mejor equipo peruano.

Escribo estas líneas tras el triunfo ante Cali, embriagado aún por una gran noche compartida con mi amigo e hincha Anthony Carty; agradeciendo a Jader, a mi tía Uge, a mi madre por el endose y al trabajo serio: origen y consecuencia de todo lo bueno que pasa en la vida.

Para ser exitoso, hay que trabajar, los éxitos no caen del cielo ni los regala el Estado. Melgar es prueba de ello.

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