Ni rey ni inca. (Foto: archivo GEC)
Ni rey ni inca. (Foto: archivo GEC)

“El líder totalitario se guía por una aversión hacia el estado de cosas que ha encontrado y por el deseo de crear un nuevo orden jerárquico que se ajuste mejor a su concepto del mérito”. Hayek

La falta de transparencia de Castillo y su desprecio por el Estado de derecho es insultante. Se zurra en la ley, se zurra en la Fiscalía, se zurra en la prensa, se zurra en el Congreso, se zurra en su gabinete, se zurra en el pueblo, se zurra en todo.

Debe creer que es el ungido de Dios, que desciende de Manco Cápac o que encarna a Luis XIV y que el Estado es él. No, señor, usted solo es el presidente y, pese a ser la primera autoridad, la Constitución le impone un gravamen mayor que a cualquier otro ciudadano y le exige respeto y sometimiento irrestricto a la ley, acompañado de un obrar impecable y moral en todos sus actos, en todos.

La complicidad de la izquierda ratifica lo que sabemos: solo quieren su cuota de poder para hacer de las suyas. Ahí está el censurado ministro de Educación y la venta de exámenes; el inflamado ministro de Justicia que apaña a su hermano y al presidente; el envidioso ministro de Economía que quiere subir impuestos, pero que permite que el Estado contrate con sus hijos; el incalificable ministro de Energía y sus dislates que se premian con la contratación de su hermano en el Ministerio de Vivienda; la ministra Durand contratando a sus amigos o la inoperante y antiminera primera ministra con su agenda propia.

Mención aparte para ese grupo de periodistas que lavan diariamente los pañales del gobierno, a aquellos que no tuvieron pudor para reunirse a puerta cerrada y aquellos ‘vigilantes’ que están durmiendo.

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