“El antídoto para borrar estos “valores”, es la transparencia y responsabilidad, y debemos empezar con nuestras autoridades”. (Foto: Leandro Britto / @photo.gec)
“El antídoto para borrar estos “valores”, es la transparencia y responsabilidad, y debemos empezar con nuestras autoridades”. (Foto: Leandro Britto / @photo.gec)

Estos son los “valores” inherentes a la peruanidad. Varios se ofenderán, me llevarán a la pira ardiente de las redes e invocarán a mi madre, injustamente. Pero eso no quita que esa sea la esencia de nuestra sociedad. Vivimos y nos movemos en la trampa y casi todos hemos caído en ella una o muchas veces. Duele verse al espejo.

Nos pasamos la luz roja, lotizamos calles, robamos vacunas o nos saltamos la fila, inflamos pollos, robamos luz o cable, plagiamos en los exámenes, vendemos productos vencidos y podríamos llenar páginas enteras con ejemplos que grafican nuestra forma de obrar. ¿Hay virtuosos? Sin duda, pero son tan pocos que forman parte del error estadístico.

Lo que agrava aun más este accionar recurrente es que nuestra cultura y autoridades apañan al tramposo, al “criollo”. Y es criollo, el costeño, el serrano y el selvático y no vengan con que “mi cholo es sano y sagrado”; pues sabemos que no es así.

Lo que estamos viendo en estas elecciones es reflejo fiel de todo ello que está enquistado en nosotros.

El antídoto para borrar estos “valores”, es la transparencia y responsabilidad, y debemos empezar con nuestras autoridades. Todos sus actos, desde una comunicación hasta reuniones de deliberación, deben ser públicos y revisables por cualquiera; así no quieran.

Cambiemos esos “valores” por unos de verdad: confianza, honestidad y respeto. El JNE tiene la gran oportunidad de convertirse en el abanderado de este cambio. Sr. Salas Arenas, haga público todo el proceso de revisión de actas. Los resultados tienen que expresar lo que la población ha decidido libremente, sin trampas ni “criolladas”, gane quien gane.

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