“Imposible esperar un gesto de dignidad de este personajillo para que renuncie y es quimérico creer que el Congreso vaya a vacarlo”. (Foto: Presidencia)
“Imposible esperar un gesto de dignidad de este personajillo para que renuncie y es quimérico creer que el Congreso vaya a vacarlo”. (Foto: Presidencia)

Para cualquier ser racional, resulta incomprensible que Castillo siga en el poder.

Sabemos que tiene de aliados a AP y sus ‘Niños’, a Acuña y su maquinaria, a la Vero y sus huestes, al sentenciado por corrupción Cerrón –con quien descaradamente despacha–, a Enrique Wong y a los morados, que le han provisto de un blindaje más duro que el de los Panzer de esa Alemania hitleriana que deslumbra a Aníbal.

Sabemos que de profesor tiene solo el rótulo y que plagió su ‘tesis’ pese al aval de Acuña y Merino.

Sabemos que actúa mal, miente compulsivamente y se rodea de sinvergüenzas como Silva, prófugo de la justicia.

Sabemos que no le molesta el terrorismo y no duda en poner en cargos públicos a personajes ligados con el Movadef.

Sabemos que es un improvisado e incompetente. Y sabemos tantas otras cosas que huelga seguir enumerándolas.

Imposible esperar un gesto de dignidad de este personajillo para que renuncie y es quimérico creer que el Congreso vaya a vacarlo. No podemos esperar un acto noble y patriota de aquellos que solo están ahí por el poder y dinero.

Pero lo que más aterra es la condescendencia que recibe Castillo de aquellos que deben elevar su voz y decir basta. Calla la izquierda, calla gran parte de la prensa, callan los profesores de verdad, callan los empresarios y sus asociaciones, callan los intelectuales y artistas, calla la Iglesia, callan los dignos y vigilantes. Callan también los edificios que se prestaron para sacar a Merino. Callan sus votantes a sabiendas del desastre que hacían. Callan mientras el país se destroza y le perdonan todo. Irresponsables y cobardes.

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