“Allí están los hechos que prueban que erraron (pese a las advertencias), pero eso no importa, pues ellos son dignos y el resto indignos”. (Foto: Renzo Salazar / @photo.gec)
“Allí están los hechos que prueban que erraron (pese a las advertencias), pero eso no importa, pues ellos son dignos y el resto indignos”. (Foto: Renzo Salazar / @photo.gec)

La izquierda se adueña de vocablos que usan para justificar sus afiebradas posiciones, identificarse entre sí o desacreditar a otros. El favorito es dignidad, que significa: gravedad y decoro de las personas en la manera de comportarse. Decoro conlleva tener pureza, honestidad, recato, honra, pundonor.

Todos recordamos cuando se descubrió la corrupción del régimen fujimorista y muchas de las hoy ya no tan jóvenes figuras izquierdistas salieron a las calles a lavar banderas y protestar, enarbolando la bandera de dignidad. El momento era propicio y justo.

Pero hoy pululan, vívidamente, imágenes de esos dignos, aupados por los millones recibidos por la encarnación de la dignidad peruana: la tía regia, defendiendo su oscura gestión.

También recordamos cuando bailaron para apoyar al incorregible de Humala; apuntalaron al ‘sano y sagrado’ de Toledo; exigieron la vacancia y renuncia de PPK, tras apoyarlo; elevaron a nivel de superhéroe al Lagarto y a su peón Del Solar; desfalcaron de legitimidad a Merino para imponer al inefable Sagasti y apañaron a su hija dilecta, la Vero, quien no dudó en aliarse con sentenciados como Santos o Cerrón para acceder a ese poder que le es tan esquivo, mientras blandieron el puño izquierdo (signo inequívoco de estolidez) para encumbrar a Castillo y sumergirnos en esta cloaca.

Allí están los hechos que prueban que erraron (pese a las advertencias), pero eso no importa, pues ellos son dignos y el resto indignos. Si eres indigno, no te atrevas a enrostrarles su ‘dignidad’ o ‘indignidad’ o que se hagan responsables de sus marradas, pues serás lapidado tal como los talibanes lapidan a mujeres e infieles.

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