La laxitud moral de la izquierda cuando los suyos pecan es alarmante. Queda el silencio ensordecedor de la Vero, periodistas afines y otros personajillos respecto de la podredumbre que presenciamos en estos infames cuatro meses de gobierno izquierdista.
Pese a las evidencias, la izquierda de Cerrón, la Vero, Lescano y Arana mantiene una férrea unidad en torno a Castillo y apaña cualquier acto reñido con la legalidad y la transparencia.
Al frente, tenemos una derecha desarticulada y sin liderazgo que le plante cara. ¿Por qué quienes se identifican con la derecha y han logrado cumplir la mayoría de sus metas y evolucionado son incapaces de integrarse en torno a una propuesta libertaria y de progreso que sintonice e integre con los sectores menos favorecidos y se oponga a la embestida retrógrada de la izquierda?
La respuesta nos la da Hayek, en su obra Camino de servidumbre, cuando dice: “(…) Cuanto más se eleva la educación y la inteligencia de los individuos, más se diferencian sus opiniones y sus gustos y menos probable es que lleguen a un acuerdo sobre una jerarquía de valores”. Prosigue diciendo: “Le es más fácil a la gente ponerse de acuerdo sobre un programa negativo, sobre el odio al enemigo, sobre la envidia a los que viven mejor, que sobre una tarea positiva”.
El reto de la derecha para que la izquierda no nos destruya es encontrar un mínimo común denominador de valores, y sobre estos, construir un mensaje positivo y unificador para los peruanos y hallar a los líderes correctos.
P.D.: Agradezco a mi dilecto y brillante amigo Andrés Balta por sus generosísimas palabras hacia mí y a una idea propuesta en este diario.