(Foto: Congreso)
(Foto: Congreso)

El Perú parece encontrarse atrapado en un torbellino del que no hay salida y que nos lleva a toda velocidad a un escenario de mayor enfrentamiento y polarización entre peruanos. Esto ha generado que al adversario político se le vea como el enemigo no solo personal, sino del país.

En el Congreso, diversos parlamentarios atacan con adjetivos a sus colegas. Es un Parlamento donde no se parla, sino que se vocifera. Ya no se meditan ni se debaten ideas, sino que se escucha poco y solo para tener algo que responder, sin importar el contenido del mensaje que se acaba de decir. Mientras un congresista está exponiendo sus ideas, varios de sus colegas están mirando su celular en vez de escuchar. Pero ese comportamiento no solo es una falta de respeto al orador, sino a quienes representa, aun así hoy lo repudien.

Realmente la mayoría de parlamentarios no comprenden la majestuosidad y honor que significa ocupar una curul. Significa que miles de ciudadanos confiaron en sus capacidades para que hable y decida por ellos, y esto implica no solo actuar con la mayor prudencia en lo que se dice dentro del Hemiciclo, sino también fuera del recinto parlamentario. Imposible imaginar que Luis Alberto Sánchez le hubiese dicho a otro parlamentario “te lo digo en tus rulos”, y que este le responda “te lo digo en tu chivita”, por respeto propio, al cargo y sobre todo a quienes uno representa. Pero actualmente eso genera risas. Ese es el nivel al que llegó el Congreso.

Los parlamentos son odiados en todas partes del mundo porque, entre otras cosas, son los órganos más representativos que tiene una sociedad. Al tener distritos electorales más pequeños, se asume que es más representativa la elección de cada autoridad. En el Perú, el ‘robacable’, ‘mochasueldos’, ‘robaluz’, el ‘viajero’... muchas veces representa perfectamente a varios ciudadanos. Si a una persona que pagó una coima se le pregunta sobre un congresista acusado de corrupción, probablemente hablará de él de forma muy severa. Lo mismo sucederá con un ciudadano que mochó el sueldo a un subordinado, que se emborrachó un día laboral... El problema del elector peruano es que avala la viveza, pero le molesta cuando otro la aplica y, sobre todo, si es un congresista. Pero, al fin y al cabo, los congresistas son igual de ciudadanos que todos y también son electores.

Muchos creen que la mala representación se solucionará imponiendo prohibiciones de postulación a sentenciados, acusados o a quienes no tienen secundaria completa... Pero ello no soluciona el problema; el verdadero problema es que un país necesite esas normas para que sus ciudadanos no elijan a ese tipo de autoridades.

TAGS RELACIONADOS