En Sociología, el concepto de sistema social se refiere a una serie de códigos y estructuras que se forman para interactuar y cumplir un objetivo. Estos pueden ser una familia, una empresa o un movimiento político.
Hoy en día, nos concentramos mucho en el individuo, pero no consideramos cómo el diseño de estos sistemas puede alterar el comportamiento de sus integrantes y atraer a nuevos elementos.
Por ejemplo, en la Segunda Guerra Mundial, una vez que se armó la infraestructura para operar los campos de concentración, desde distintos puntos de la sociedad civil alemana aparecieron sádicos que querían trabajar en estos terribles lugares, cautivados por la brutal filosofía nazi.
Los campos también modificaron el comportamiento de guardias y soldados, que en circunstancias normales jamás hubieran cometido tantas atrocidades.
Recientemente, ante la ola de escándalos sexuales, se ha escrito mucho también de cómo las entidades donde la jerarquía es muy marcada y no se puede cuestionar a la figura de autoridad son tierra de cultivo ideal para abusos.
Un patrón que se ha confirmado en lugares tan distintos como restaurantes con estrellas Michelin, grupos religiosos, estudios de Hollywood o en el Ejército.
MIRA: [Opinión] Andrés Chaves: El impacto de un Gol
Escribo todo esto porque hoy estamos, de nuevo, esperando que el presidente Pedro Castillo elija un entorno serio, moderado y eficiente, pero eso será imposible. Pues en pocos meses se ha creado un entorno improvisado, caótico y turbio, ideal para atraer a personajes sin escrúpulos y ahuyentar a cualquier profesional sensato y honesto.
Pueden culpar a la prensa o a la oposición, pero al final el presidente y su partido son responsables de diseñar un sistema que parece operar con un objetivo claro: acaparar todas las entidades del Estado en favor del saqueo y la corrupción.
Lea mañana a: Javier Alonso de Belaunde