(Foto: Diego S. Jaime)
(Foto: Diego S. Jaime)

Si eres provinciano en Perú, la crítica al centralismo siempre está a flor de piel; es, prácticamente, automática. Razones no faltan, pues en los medios, política y agenda económica, es evidente el favoritismo que recibe la capital. Entonces, todos los días, los provincianos canalizamos al gran cuentista Abraham Valdelomar y renegamos: “”.

Pero ¿qué tan valido es este reproche? ¿Los arequipeños, trujillanos, cusqueños e iquiteños nos hacemos las víctimas o hay sustancia detrás de nuestro gimoteo? Para responder eso, recurrí a y salieron algunas revelaciones interesantes.

En el promedio global, el 6% de la población de un país vive en su capital. Este número es constante por continentes y, particularmente consistente, en economías avanzadas. Pero si quitamos Brasil, cuya capital federal Brasilia es una anomalía, Sudamérica resulta con un índice cercano al 15%. En otras palabras, en nuestra región la proporción de capitalinos es 2.5 veces mayor al resto del mundo.

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Si seguimos profundizando, el desbalance sudamericano es causado por tres países: Uruguay (38%), Chile (32%) y Perú (30%). En el caso peruano, este desequilibrio poblacional es explicado en la obra de Matos Mar,. Ahí se explica cómo, en los últimos 70 años, la ausencia del Estado en provincias, el conflicto armado y la falta de oportunidades ocasionó un éxodo masivo (y pacífico) hacia Lima. En un ejemplo más de centralismo, el título del libro anuncia un alcance nacional, pero se dedica casi enteramente a analizar la capital.

Es fácil intuir que un país más descentralizado tendrá mayores chances de crecimiento y podrá enfrentar mejor la creciente polarización política y desigualdad económica. Revertir esta proporción será una tarea titánica para limeños y provincianos, pues la inercia puede ser una fuerza abrumadora.

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