La teoría de las ventanas rotas, desarrollada por psicólogos sociales en los sesenta, demostró que, si una ventana rota no se arregla pronto, todas serán destrozadas eventualmente. El caos genera más caos.
La ineptitud, cinismo e improvisación de Castillo han cocinado el caldo de cultivo perfecto para que el Ejecutivo cope y abuse de todas las instituciones del Estado. Esta ha sido la mejor cobertura para que el Congreso haga lo propio, atiendan sus intereses descaradamente, mientras cada frágil ventana que simboliza competencia y democracia es destrozada, piedra a piedra. En el caos, estas supuestas fuerzas opositoras han encontrado una oportunidad sin precedentes para llenarse los bolsillos y desfalcar a todos los peruanos.
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El presidente, con una tesis plagiada, se queda tranquilo mientras se tumban a la Sunedu. Un ministro de Transportes, líder de mafias informales y deudor de multas de tránsito, trabaja meses en el puesto mientras se desmantelan los arduos avances por mejorar el tránsito urbano. El partido de oposición es sorprendentemente paciente con un ministro de Salud que estafaba a los pobres vendiendo agua arracimada, mientras retrocedemos en ritmo y transparencia en la vacunación. Ejemplos como estos hay muchos y, tristemente, debe haber tantísimos más que ni conocemos.
Cada semana, Castillo comete faltas que tranquilamente pasan los estándares que hemos establecido para vacar a un presidente. La vacancia es necesaria pero también ingenua, ya que mucha gente en el Congreso está haciendo demasiada feria como para llegar a los votos necesarios para aplicarla.
Antes de quedarnos sin ventanas, nuestra única salida es el adelanto de elecciones. A los que apuestan por un Perú democrático nos toca ejercer presión desde todos los frentes, pues el purismo de izquierda y derecha solo beneficia a los que hoy saquean el Estado. Es momento de alianzas imperfectas para que se vayan todos.