En suma, nadie en hechos y palabras mejor que Nelson Mandela, invitando a su mesa a su tembloroso carcelero, para hacer y decir lo que yo solo escribo. Escuchémoslo: “No está enfermo, tenía miedo de que yo, ahora presidente de Sudáfrica, lo mandara a la cárcel y le hiciera lo que me hizo a mí. Pero yo no soy así, este comportamiento no es parte de mi carácter ni de mi ética. Las mentes que buscan venganza destruyen estados, mientras que las mentes que buscan reconciliación construyen naciones. Al salir por la puerta de mi libertad, supe que, si no hubiera dejado atrás toda la ira, el odio y el resentimiento, todavía sería un prisionero”. Aquí es cuando no me aguanto y, parado sobre una mesa, grito: ¡VIVAN LOS ESPÍRITUS LIBRES!