"La confianza y legitimidad del Gobierno, Congreso y clase política en general están por los suelos. Un logro ganado a pulso y consistencia por una mayoría de políticos de turno".
"La confianza y legitimidad del Gobierno, Congreso y clase política en general están por los suelos. Un logro ganado a pulso y consistencia por una mayoría de políticos de turno".

En el Perú hemos perdido peligrosamente la capacidad de escucharnos y conversar entre quienes pensamos diferente. Ello constituye uno de los principales riesgos para mantener y sostener nuestra alicaída cuasidemocracia. Sin diálogo democrático ni consensos mínimos es imposible construir un imaginario de nación, un paquete de reformas o un adecuado impulso de políticas públicas. Fruto de las sucesivas crisis políticas de los últimos años, ya casi no existe capacidad de diálogo en un contexto desconfiado, tóxico, polarizado, contrarreformista y de escasa legitimidad. Mundialmente desconfiado. Nuestra confianza interpersonal es de las peores de la región y del mundo. Tremendamente tóxico. Se detectó un 72% de discursos de odio en la conversación política en redes, por eMonitor+ iniciativa de inteligencia artificial promovida por Transparencia, PNUD y Ama Llulla. Profundamente polarizado. En la histórica pregunta de IPSOS ¿cuáles de los siguientes son en su opinión los tres principales problemas del país en la actualidad?, consultada por dos décadas, recién hace dos años aparece la categoría “polarización política y conflictividad social”, ubicándose en el top 4. Alucinantemente contrarreformista. La excusa del “no” al adelanto de elecciones de un grueso grupo de congresistas era la importancia de acompañarlo con reformas políticas previas. Plausible razón, pero a la fecha no se ha aprobado ninguna reforma. Y más bien, sí consensúan contrarreformas, leyes e iniciativas de beneficio estrictamente personal como se denuncia semanalmente en los dominicales. Por ello, un contexto absolutamente deslegitimado. No existen interlocutores políticos respetados. La confianza y legitimidad del Gobierno, Congreso y clase política en general están por los suelos. Un logro ganado a pulso y consistencia por una mayoría de políticos de turno.

Una tarea primordial en este escenario es apoyar, impulsar e involucrarse en toda iniciativa que retome la escucha y diálogo ciudadano, social y político, a nivel familiar, barrial, local, regional o nacional. En chats, cafés, Zoom y encuentros presenciales. Aunque su medición es menos tangible, como la inflación o el PBI, y pareciera muchas veces que el diálogo es solo un medio, restaurar nuestra capacidad de diálogo entre peruanos es sustancial para definir la trayectoria de nuestro futuro. Hay que apoyar las varias iniciativas que están surgiendo desde la sociedad civil como Coalición Ciudadana, Comité de Lectura, EsHoy, Perú Sostenible, entre otros. Soplemos con cuidado el remanente de fuego democrático que queda en nuestros escombros institucionales.