(Foto: Anthony Niño de Guzmán/GEC)
(Foto: Anthony Niño de Guzmán/GEC)

Hace 30 años, tras la caída del muro de Berlín, Fukuyama sostuvo una tesis polémica: el mundo final estará basado siempre en la democracia liberal. El avance de la democracia es innegable. Según The Economist, dos tercios de países mantienen regímenes de democracia plena, imperfecta o híbrida. Solo cerca de una docena declara ser estados socialistas o comunistas; y no más de la mitad de ellos sin ningún nivel de democracia.

Pero la democracia ha entrado a una compleja crisis. El filósofo francés Gauchet llama a una tercera época de profundo reformismo dada la crisis inédita y simultánea de democracia, capitalismo y liberalismo. El politólogo británico Runciman nos alerta de las fuerzas corrosivas que llevarían a un fin de la democracia: golpes civiles, tecnología y fake news, y catástrofes que hacen fértil el populismo. Levitsky de Harvard sostiene que líderes electos en todo el mundo están destruyendo gradualmente la democracia llevándola hasta su muerte. La reflexión va a tono con la data. En 2021 se cumplen 15 años consecutivos de declive del índice de democracia y libertades de Freedom House. En cada región del mundo, la democracia está bajo ataque de líderes populistas y grupos opositores al pluralismo, ambos demandando poder sin control para avanzar en sus agendas minoritarias y totalitarias. América Latina no es la excepción. Latinobarómetro reporta que la preferencia por la democracia frente a otra forma de gobierno ha retrocedido de 63% en 2010 a 49% en 2020. En el Perú, el retroceso es alarmante: de 62% en 2001 a 46% el año pasado. Estamos en el top 3 de países con democracias con “graves problemas” y con “menor rechazo a las dictaduras militares”. Estamos al final de la tabla en satisfacción con la democracia: solo 11% de peruanos frente a 68% de uruguayos.

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Los demócratas no son exclusivamente de derechas o izquierdas. Sus principales destructores en la esfera global provienen de ambos extremos, quienes coinciden en su radicalismo e intolerancia. En el país, el cerronismo regional y el VOXismo limeño están arruinando nuestra frágil democracia. Nuestra apatía histórica y la polarización reciente puede propiciar el fin de la historia de nuestra democracia. Seamos conscientes de si somos defensores o destructores. Seamos vigilantes de nosotros mismos.

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