(GEC)
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En los próximos días un grupo de manifestantes provenientes de Puno llegará a la capital para lo que denominan “la segunda toma de Lima”, asumiendo como “primera toma” las manifestaciones de protesta contra el Gobierno y el Congreso de fines de enero de este año. La verdad, sin embargo, es que Lima fue “tomada” por peruanos de distintas provincias del país hace mucho tiempo.

En efecto, cuando el Perú cumplió el primer centenario de su independencia, la ciudad de Lima contaba con 167 mil habitantes, menos del 4% de la población nacional de entonces. Para darse una idea del pequeño tamaño que tenía la ciudad entonces, nótese que solo en el distrito del Cercado de Lima residen actualmente 260 mil personas. Sin embargo, según el censo de 1920, el 30% de su población eran inmigrantes, tanto extranjeros (chinos, japoneses y europeos, muchos de los cuales habían escapado de la Primera Guerra Mundial) como nacionales. Entre estos últimos, destacados intelectuales como el arequipeño Víctor Andrés Belaunde, el moqueguano José Carlos Mariátegui, el trujillano Víctor Raúl Haya de la Torre o el tacneño Jorge Basadre.

Las grandes olas migratorias se iniciaron a mediados del siglo pasado, como bien ha relatado José Matos Mar. Varios de los distritos más poblados de la Lima de hoy fueron urbanizados en las décadas del 50 al 70: Carabayllo, Comas, San Martín de Porres, Independencia, El Agustino, San Juan de Lurigancho, San Juan de Miraflores, Villa María del Triunfo y, finalmente, Villa El Salvador. Según el censo de 1972, Lima tenía entonces 3 millones de habitantes, la mitad de ellos en los nuevos distritos que habían acogido a los inmigrantes.

Actualmente, Lima Metropolitana – que ya integra al Callao como parte de la misma metrópoli – supera largamente los 10 millones de habitantes, la gran mayoría de los cuales tiene raíces provincianas. Según la encuesta de Ipsos/Perú21 publicada recientemente, el 37% de los residentes en Lima nació en provincias y el 41% son hijos de padre o madre provinciana. Es decir, el 78% son inmigrantes de primera o segunda generación. Si sumamos a los que tienen abuelos provincianos, el 88% tiene lazos de sangre con el interior del país. Una minoría absoluta de 6% son limeños de tres generaciones y otro tanto son inmigrantes extranjeros, la mayoría venezolanos.

Los residentes en la capital representan hoy el 30% de la población nacional y generan, con su esfuerzo y productividad, el 50% del PBI. La imagen que tienen todavía muchos peruanos, de que Lima vive de las provincias, es falsa. La capital aporta más de la mitad del presupuesto nacional y, sin embargo, tres de cada cuatro soles del presupuesto de obras se invierten en el interior del país, fuera de la capital.

Es cierto que Lima ofrece mayores oportunidades de empleo y mejores servicios públicos. Entonces, lo que toca a los gobernadores regionales es atraer inversión privada para generar más empleos formales en sus regiones e invertir mejor –con más eficiencia y menos corrupción– los recursos que les son transferidos. Están demasiado atrasados en infraestructura y servicios para su población. La inversión es el camino para reducir la desigualdad que hoy existe entre la capital y otras poblaciones del país.

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