El Perú es un país cuya economía depende del escenario económico mundial, captación de inversión y exportaciones (aprox. US$57,000 este año). Los factores internos también impactan. Pese a Ómicron, en 2022 se prevé crecimiento mundial, que dependerá de la pandemia. Ómicron es de alto contagio pero aparentemente baja letalidad. Si fuera la variante dominante, el virus podría tener tratamiento controlable y la economía se beneficiría.

El entorno positivo para los precio de metales beneficia al Perú, pero no estamos aprovechándolo por la conflictividad minera y la falta de políticas para atraer inversiones. La inestabilidad política no da predictibilidad, ni lo hace el patrón de la política local, con Castillo mostrando sus incapacidades.

El impulso a la inversión pública es insuficiente y la inversión privada en pausa o buscando destinos es insustituible. El crecimiento es mediocre, pues el MEF ajustó su proyección a la baja (3.5%). Con este entorno internacional nuestro crecimiento potencial debiera ser 6% u 8%.

El 13% crecimiento del PBI en 2021 solo es fachada, pues se debe al rebote estadístico y los precio de metales y no a acciones del actual Gobierno, que amenaza la economía con actuar errático, retardando la reactivación.

El alza de precios en la canasta básica complica el bolsillo popular. El dólar está por encima de lo que debería por la inflación mundial. La no generación de empleo impacta en jóvenes profesionales y la clase trabajadora en busca de ‘chamba’ afecta niveles de consumo.

Otro factor de incertidumbre, serán las elecciones regionales y municipales en octubre 2022. La Asamblea Constituyente para cambiar exitoso modelo económico con 20 años de crecimientos parece haberse diluido, y obligadamente cualquier referéndum pasará por el Congreso, el único facultado para modificar la Constitución.

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