“Las ‘fuerzas del desorden’ amenazan a la población obligándole a sumarse a las protestas, chantajean al gobierno a través de bloqueos y destrucción de infraestructura como mecanismos “válidos” de negociación”. (Photo by Diego Ramos / AFP)
“Las ‘fuerzas del desorden’ amenazan a la población obligándole a sumarse a las protestas, chantajean al gobierno a través de bloqueos y destrucción de infraestructura como mecanismos “válidos” de negociación”. (Photo by Diego Ramos / AFP)

Sin adelanto de elecciones, el escenario para Dina Boluarte está complicado, aunque el hartazgo ciudadano empieza a reaccionar en contra de los vándalos. Es necesario el liderazgo como presidente ante voces pidiendo su renuncia en este incierto escenario sobre adelanto electoral. La visión de futuro del país está ausente ante la incertidumbre reinante.

La lucha del Perú es también contra la izquierda continental. Hemos sufrido una “ofensiva internacional”, con presidentes representantes del socialismo del siglo XXI (Boric, López Obrador, Petro y Fernández) y desafortunadas intervenciones y declaraciones, enarbolando un falso relato sobre la crisis peruana, sin considerar el público autogolpe de Castillo. Podrá o no gustar Boluarte, pero es legítima presidente. Intentó congraciarse con la izquierda presentando un proyecto para el cambio total de la Constitución (no le compete, es potestad del Congreso). La izquierda igual quiere su salida y la reconciliación es imposible. Como presidente debe enfatizar con cifras los inmensos recursos de las regiones, su despilfarro y mal uso (más de S/5,247 millones no son utilizados por gobiernos regionales, 31% del total anual). Tampoco enfatiza el principio de autoridad; las fuerzas del orden tienen como deber defender propiedad pública y privada e integridad física de la población, y el uso de la fuerza es legítima frente a actos vandálicos.

Las ‘fuerzas del desorden’ amenazan a la población obligándole a sumarse a las protestas, chantajean al gobierno a través de bloqueos y destrucción de infraestructura como mecanismos “válidos” de negociación. La debilidad del gobierno es notoria, amenazado por la ideología y los organismos de derechos humanos con doble discurso de la izquierda a los que parece importarles solo “ciertos muertos” que sirven a sus propósitos e ideología. Ante este escenario, un adelanto de elecciones al menos para 2024 parece ineludible.


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