“La ‘onerosidad’ del Congreso no se mide por mayores gastos o planillas, hay otros aspectos: mala calidad y leyes inapropiadas, alejamiento de la inversión, inconstitucionalidad”. (Foto: Congreso)
“La ‘onerosidad’ del Congreso no se mide por mayores gastos o planillas, hay otros aspectos: mala calidad y leyes inapropiadas, alejamiento de la inversión, inconstitucionalidad”. (Foto: Congreso)

La Constitución de 1979 establecía dos cámaras: una de diputados (con visión regional) y otra de senadores (más reflexiva y con perspectiva nacional). Sólidas democracias como EE.UU., Francia e Inglaterra tienen dos cámaras. La mayor objeción para tenerlas es un ‘mayor gasto/costo’. Así, hay que analizar cuál sería el criterio para medir ello: ¿referida a sueldos o gastos administrativos presupuestarios?, ¿o más bien priorizamos la calidad legislativa, control político y seguridad jurídica en dicho cálculo?

La “onerosidad” del Congreso no se mide por mayores gastos o planillas, hay otros aspectos: mala calidad y leyes inapropiadas, alejamiento de la inversión, inconstitucionalidad, normas y otros que sí causan un gran daño al país. La mala práctica legislativa también distrae al Ejecutivo, que observa permanentemente propuestas de leyes. Ello deberá disminuir con la bicameralidad que apunta a mejores prácticas legislativas. Una doble instancia parlamentaria diluye ‘el poder’ de una sola cámara reasignándose mejor las funciones.

En la Constitución del 79 teníamos 180 diputados, 60 senadores y 240 congresistas para 12 millones de electores y hoy tenemos 130 (cámara única) con 25 millones electores. La actual propuesta considera 130 diputados y 50 senadores. Nuestro Legislativo está subrepresentado en relación congresistas-población. Dos cámaras permiten reducir la brecha a pesar de ser impopular. Será necesario afinar requisitos y criterios para postular (edad, educación) para mejorar la calidad congresal y la oferta de dirigentes políticos, a pesar de la precariedad de los partidos políticos.

Respecto a la no reelección de congresistas, creemos que va en contra de la calidad del Parlamento y restringe la voluntad ciudadana de votar por quien realizó una buena labor.

El retorno al Senado es una inversión hacia el fortalecimiento institucional que incida en mejorar imagen y performance del Congreso.

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