Hoy no puedo menos que referirme a la figura del recientemente fallecido almirante Luis Giampietri Rojas, un héroe al que tuve el gusto de conocer. Hombre muy afable en el trato corto, lo que destacaba inmediatamente era su patriotismo y preocupación en el país. Giampietri protagonizó dos momentos cruciales en la historia peruana reciente: participó como marino en el aplastamiento de la toma del penal insular de El Frontón por los reclusos senderistas en junio de 1986, y como un rehén que coordinó desde dentro de la tomada embajada japonesa la exitosa operación “Chavín de Huántar” en abril de 1997 contra sus secuestradores del MRTA. La izquierda nunca le perdonó a Giampietri su participación en estas dos derrotas, y por eso no dejó de acosarlo judicialmente, junto a otros marinos, durante casi cuarenta años. Hasta su muerte no lo han dejado en paz. Esta infame tarea ha estado a cargo de ONG activistas de izquierda, como el todopoderoso y tristemente célebre IDL, además de Aprodeh, la Coordinadora de DD.HH. y otros de esos incalificables. Y, por supuesto, sus principales aliados han sido también los no menos infames fiscales y jueces en lo interno y las repudiables Comisión IDH y Corte IDH en el exterior. Maldita sea la memoria de todos estos que han integrado esta maquinaria de acoso. Y hablando de memoria, espero que la sociedad peruana no se comporte como siempre de ingrata y homenajee como se merece a este hijo de Grau. Si un tipo tan nefasto como Javier Diez Canseco tiene inmerecidamente un monumento en Jesús María (algún alcalde imbécil de derecha la edificó), y hasta han hecho una película con fondos públicos sobre su resentida y tóxica vida, Giampietri se merece mínimamente algo similar. En EE.UU. ya se habrían hecho varias series y películas sobre Giampietri: Mel Gibson y Clint Eastwood se habrían peleado por hacerla. Pero estamos en el Perú, un “país” muy anormal y enfermo, y a quienes les hacen películas y monumentos aquí es a Javier DC o Hugo Blanco…