(Foto de YAMIL LAGE / AFP).
(Foto de YAMIL LAGE / AFP).

El impacto político del COVID-19 en el mundo no cesa. Aún es tan fuerte que ha desestabilizado a una dictadura tan absoluta como la cubana y ha generado una explosión de violencia callejera en Sudáfrica (ya van 72 muertos), el país subsahariano más importante y desarrollado. Además, la enfermedad ha comenzado a causar estragos muy serios en el África, tras haberse cebado especialmente en Latam y la India. Como al comienzo la plaga apenas tocó al África, se pensó que habría razones de edad, genéticas y de resistencia natural por otros virus a la peste (tal como aquí se creyó inicialmente con la sierra), pero ya ese mito se desmoronó, tal como ese otro mito de que la atención médica cubana tenía niveles europeos. Al final, esos niveles eran tan latinoamericanos como el resto.

Y otro mito es que la situación económica cubana es desastrosa por el “bloqueo” gringo, como si no pudiesen comerciar con la UE, Canadá, China o el resto del mundo. Ellos están así porque el sistema económico comunista desalienta la creación de riqueza, asfixia la creatividad y más bien empobrece sistemáticamente.

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De todas formas, la gran desgracia de Cuba fue independizarse de España. Hoy en día serían una feliz comunidad autónoma insular, como Canarias o Baleares, en lugar de haber sido víctima de la tutela yanqui (bajo la Enmienda Platt hasta 1934), de sanguinarios dictadores como Machado y Batista o de ese duro protectorado soviético administrado por la dictadura de los hermanos Castro. Es muy difícil que esas islas del Atlántico puedan prosperar sin estar unidas a algún poder mayor. Por eso a Puerto Rico (USA), Aruba y Curazao (Holanda) o Gran Caimán y Bermudas (UK) les ha ido mucho mejor que a las demás. No todos los territorios están preparados para ser países independientes y Cuba debió permanecer con España o anexarse a USA en su momento. ¡José Martí no la vio!

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