[OPINIÓN] Aldo Mariátegui: “¡Ay, Julio Favre, cómo se te extraña!”. (@photo.gec)
[OPINIÓN] Aldo Mariátegui: “¡Ay, Julio Favre, cómo se te extraña!”. (@photo.gec)

Como me comentaba el otro día un lúcido amigo limeño, las élites peruanas no han entendido o han olvidado muy pronto el susto de Castillo. Casi todos se han adormilado con el frágil gobierno de Dina, considerándolo más sólido de lo que en realidad es. Ya dan por hecho que Dina durará hasta 2026 y, como de costumbre, allí recién se preocuparán. Ya casi no salen de unas burbujas vitales —los cincos distritos civilizados o algunos balnearios y sitios de campo, que se achican cada día más por el crimen y el tráfico— y han vuelto a vivir ensimismados en sus cosas o en la negación de la realidad. Salvo el valiente de Wong, ninguno se mete la mano al bolsillo o pone el hombro para alguna iniciativa. Nadie apoya hacer un think tank para combatir la narrativa de izquierda o ponerse a pelear mediáticamente con esta en provincias, donde la zurda y los populistas mediáticos controlan las radios, los canales y las redes locales (porque muchos de nuestros empresarios aún creen ilusamente que los medios limeños pesan algo en el interior). En su descargo hay que anotar que muchos no quieren colaborar por el pánico que han generado los fiscales Vela y Pérez con sus persecuciones contra cualquier empresario que se haya acercado anteriormente a la política. Es que te zampan alegremente las terribles acusaciones de lavado de activos o crimen organizado por cualquier cosa que les parezca y te malograron la vida. Por lo visto, ya comenzaron a hacer eso con Wong. Y la mayor parte de la prensa se queda silente ante estos excesos por miedo, por ser “políticamente correctos” o porque no quieren perder las primicias que les filtran (al parecer, en El Comercio, RPP y Canal 4 se mezclan estas tres razones y esa es la razón de su vergonzoso silencio. Por ejemplo, no he visto nada del caso Sardón en estos medios). En fin, observo demasiada pasividad y complacencia ante el futuro. No se quejen después si les vuelve a salir otro Castillo o algo peor. ¡Ay, Julio Favre, cómo se te extraña!

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