(Foto: JASON GUTIERREZ / AFP)
(Foto: JASON GUTIERREZ / AFP)

Mañana, 17 de mayo, se celebra el Día Internacional contra la Homofobia, la Lesbofobia, la Bifobia y la Transfobia. Es una buena oportunidad para recordar el aún gran estado de discriminación que vive la población LGBTIQ+ en países como el nuestro.

Esta discriminación cobra diversas formas, algunas de las cuales son menos discutidas, por la vergüenza que generan. Entre estas, persisten las mal llamadas “terapias de conversión”, a las que son sometidos jóvenes y adolescentes LGBTIQ+ en nuestro país, muchas veces por presión familiar, y que terminan generando daños irreversibles.

Este viernes tuve la oportunidad de entrevistar a Víctor Madrigal-Borloz, un experto independiente de las Naciones Unidas que ha realizado una investigación completa sobre el tema. Quienes deseen pueden encontrar la charla completa en mi página de Facebook, pero quiero parafrasear los puntos más importantes de la conversación.

Para entender lo que son las prácticas de conversión, debemos tomar en cuenta el origen de estas. Sobre las diversidades en orientación sexual e identidad de género existe, desde hace mucho tiempo, una serie de estigmas y prejuicios. Y por años se ha intentado cambiar o eliminar las existencias de las personas LGBTQ+, especialmente en tres grandes líneas institucionales: la criminalización, la patologización y la demonización.

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Sobre la primera, hasta hace poco la homosexualidad estaba penada por la ley en muchos países. Felizmente, esto ya ha sido revertido en casi todas las naciones de la región y del mundo occidental. El segundo mecanismo, la demonización, continúa vigente hasta el día de hoy. Es impulsada por los espacios religiosos más intolerantes, que encasillan como pecaminosas a las personas LGBTIQ+.

Y en tercer lugar, la patologización se dio a través de la inclusión de las diversidades LGBTIQ+ como enfermedades mentales. Si bien esto ya ha sido corregido hace años por la Organización Mundial de la Salud y por muchos estados, ha dejado la idea completamente errónea de que estas características deben o pueden ser curadas. Así surgen y prevalecen estas mal llamadas “terapias de conversión”, que son todas aquellas prácticas que pretenden intentar cambiar la identidad de género o la orientación sexual de las personas.

La evidencia científica sólida nos lleva a la conclusión de que no existe práctica alguna que permita cambiar la orientación sexual e identidad de género. La diversidad es inherente a los seres humanos. Son características que no pueden ser modificadas por influencias externas.

Sin embargo, estas prácticas no son simplemente estafas. Sus daños son devastadores, pues generan un conflicto consigo mismos a quienes son sometidos a estas, y conducen a un sufrimiento psicológico y físico terribles. Los impactos en las personas que pasan por estas incluyen pérdidas de autoestima, ansiedad, síndromes depresivos, aislamiento social, odio hacia sí mismo, disfunción sexual, intentos de suicidio en proporciones exacerbadas, entre otros.

Por esto es que en el Perú hemos presentado un proyecto de ley para prohibir estas malas prácticas, en la línea de lo que se está haciendo en otros países. Pero esta no es solo una batalla legal, es también un reto para la sociedad en su conjunto, empezando por las familias. Necesitamos reemplazar la discriminación y el miedo por espacios de afecto y aceptación, donde todos tengan la posibilidad de desarrollarse en libertad.

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