Hay una frase que los activistas y políticos LGBT+ estamos bastante acostumbrados a escuchar. Cada vez que reclamamos y peleamos por nuestros derechos, entre respuestas de apoyo o de oposición, siempre alguien suelta la típica expresión “¡pero hay cosas más importantes ahora!”. Es algo que, además, se multiplica cuando atravesamos una época de crisis como esta.

Sin embargo, la evidencia muestra lo contrario. En los contextos críticos es cuando son aún más vulnerables las personas que viven constantemente en estado de desprotección. La pandemia y la crisis económica que afronta el Perú han sido un ejemplo claro de esto.

A lo largo del último año y medio, casi 200 mil peruanos han fallecido a causa del COVID-19 y muchos más atravesaron la enfermedad. ¿Pueden imaginar la cantidad de casos de parejas del mismo sexo o familias no tradicionales que, al no ser reconocidas por el Estado, no pueden compartir cobertura de seguros de salud o, incluso, no pueden llevar a cabo trámites de herencia sobre los bienes de sus seres amados fallecidos?

También recordemos cuando el gobierno anterior decretó la salida de personas por días según el sexo durante la primera cuarentena. Las personas trans, que aún no cuentan con una ley de identidad de género que les permita actualizar la información de su DNI, reportaron mayor incidencia de maltrato por parte de fuerzas del orden, por salir el día que “no les correspondía”.

Por eso es que aún en momentos como este –especialmente en momentos como este– reafirmamos nuestro Orgullo. Este, además de ser un momento de celebración abierta a nuestra diversidad, nuestra identidad y nuestro amor, es también un recordatorio a la sociedad y al Estado de que aquí estamos.

Según un estudio realizado en 2020 por Ipsos y el Ministerio de Justicia, representamos por lo menos el 8% de la población adulta del Perú. Existimos, merecemos respeto e igualdad de derechos. La oportunidad de desarrollarnos en espacios libres de discriminación y violencia.

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Hoy el país atraviesa más de una crisis. Pero la comunidad LGBT+, al igual que otras poblaciones en el Perú, está acostumbrada a existir en crisis permanente. Vivimos en un país en el que nuestro propio Estado no nos reconoce como miembros plenos, y en muchos casos no existe un acceso garantizado a derechos básicos como la salud integral, el trabajo, la identidad o la posibilidad de planear un futuro digno con nuestras familias. Un país en el que aún corre riesgo nuestro desarrollo profesional, nuestras relaciones familiares o incluso nuestra vida, solo por atrevernos a ser quienes somos.

Y, sin embargo, nuestras marchas no son jamás espacios de resentimiento, sino todo lo contrario. Son reivindicaciones serias, hechas con absoluta alegría y amor. Nunca existió una revolución tan bailable como esta.

Por eso es que este año, al igual que todos los años, celebramos el mes del Orgullo LGBT+. En tiempos de crisis e incertidumbre como este, seguiremos trabajando con alegría junto a miles de valientes activistas y agrupaciones, que día a día lo dan todo en estas luchas. Lo hacemos no solo por quienes hoy podemos mostrarnos con libertad, sino también por quienes aún no encuentran el momento para salir del clóset. Son también parte de nuestra comunidad. Y también lo hacemos por quienes vendrán después.

Nuestro objetivo es claro e innegociable: hacer del Perú el país inclusivo que todos nos merecemos.

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