Foto: Archivo /GEC
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Para quienes priorizamos los derechos humanos y la democracia por encima de cualquier diferencia política, el escenario de segunda vuelta es uno de los más difíciles imaginables. Ambas candidaturas tienen serios cuestionamientos respecto a su compromiso con la democracia, la institucionalidad y los derechos humanos.

Pero tan preocupante como esta encrucijada es ver a personalidades ceder inmediatamente ante el temor a alguna de las dos opciones. Sin pensarlo mucho, conceden su apoyo a un candidato exigiendo leves compromisos. Así, pareciera que esta elección va a ser ganada sobre la base de quién tiene el menor antivoto. Sin embargo, nosotros merecemos más. Exijamos que los candidatos hagan un esfuerzo de ampliar su base política y de gobierno.

La ciudadanía debe darse cuenta de que tiene la sartén por el mango. A diferencia de otros casos de polarización, los peruanos no estamos divididos en los extremos representados en esta segunda vuelta. Solo el 19% de los votantes eligió a Fujimori o a Castillo. Como bien ha dicho Alberto Vergara, el camino inteligente ahora es que cada uno venda muy caro su voto, exigiendo demandas básicas por el bien de nuestro país.

Por ejemplo, se debe garantizar la separación de poderes, la independencia de instituciones claves como el Poder Judicial y el Tribunal Constitucional, que son piezas claves de nuestra democracia. En esa línea, se debe establecer un compromiso claro de respetar la no reelección y dejar el gobierno al concluir el periodo de cinco años.

Del mismo modo deben respetarse todos los derechos fundamentales, como la libertad de expresión. Esto tiene que aterrizar en garantías concretas en relación al ejercicio libre del periodismo y al derecho a la protesta.

Por otro lado, guste o no, el Perú cuenta hoy con una Constitución que tiene mecanismos establecidos para su modificación parcial o total. Cualquier cambio debe ser hecho a través de estos o, como lo hizo Chile, incorporando a la actual Carta Magna un nuevo mecanismo aprobado primero por el Congreso.

Y, a nivel internacional, la permanencia en el Sistema Interamericano de Derechos Humanos no es negociable. Es el marco jurídico que garantiza los derechos ciudadanos y que permite a toda persona asegurar su tutela a cabalidad. El único gobierno que ha salido del sistema en este siglo es la dictadura chavista.

En ese sentido, también ambos deben marcar una firme separación de gobiernos autoritarios como los de Maduro en Venezuela y Bolsonaro en Brasil. El país requiere un compromiso de que ninguno va a abrazar ejes dictatoriales.

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Asimismo, es urgente un pacto de gobernabilidad. Ambas fuerzas van a tener que convivir cinco años, siendo una oficialista y la otra opositora. Deben acordar restringirse de aplicar medidas drásticas como la vacancia o la disolución del Congreso, sin un nivel mínimo de responsabilidad, pues eso destruiría nuestra precaria estabilidad.

Y, finalmente, ante este escenario de incertidumbre, urge que cada uno de los candidatos adelante quién ejercerá la Presidencia del Consejo de Ministros y las carteras más importantes del Ejecutivo.

Estas son, a mi parecer, algunas de las exigencias más básicas. Quien quiera recibir el apoyo de la gran mayoría democrática del Perú deberá cumplir con estas demandas, firmando compromisos y estableciendo alianzas. Necesitamos un esfuerzo claro y concreto de ampliar la base política a favor de la democracia, la institucionalidad y los derechos humanos.

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