Foto: GEC
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En los últimos años se ha hecho popular aquel comentario irónico que dice que los mejores presidentes peruanos son los que no elegimos, los que llegan de ‘casualidad’. Nació a raíz del gobierno de Don Valentín Paniagua, un demócrata a carta cabal, constantemente abierto al diálogo y el entendimiento. Un hombre que siempre priorizó a su país por encima de cualquier interés particular. Su legado marcó una línea que, lamentablemente, no fue seguida por los gobernantes que lo sucedieron.

Hoy, 20 años después, nuevamente atravesamos un momento de gran convulsión y vivimos un gobierno de transición democrática. Estamos en medio de una pandemia que se ha llevado a más de 180 mil compatriotas, la peor crisis económica en una generación y una crisis política que parece no tener salida. Y, sin embargo, en este contexto, la gestión del presidente Francisco Sagasti está haciendo los méritos para reafirmar aquel viejo dicho sobre los presidentes transitorios. Este se ubica como uno de los gobiernos más esforzados y dedicados que hemos tenido desde el regreso a la democracia.

Francisco Sagasti es un presidente que surgió como alternativa de restablecimiento del orden constitucional, en noviembre pasado. A diferencia de quienes ocasionaron la crisis de la vacancia presidencial, él no conspiró para llegar al gobierno, ni lo tomó de manera ilegítima. No quería ser presidente. Me consta. Fue elegido por consenso en el Congreso, cuando este decidió finalmente hacerle caso a la presión popular.

La situación encontrada por el gobierno de transición fue muy difícil. Sin embargo, en pocos meses de trabajo cuesta arriba, hoy los temas más cruciales han logrado ser estabilizados. Por ejemplo, hemos pasado de no tener una sola vacuna comprada, a estar vacunando a más de 100 mil personas al día y tener aseguradas ya suficientes dosis para todos los peruanos. Gracias al enorme esfuerzo de este gobierno, tenemos un camino ya trazado para salir de la pandemia que tanto daño nos ha hecho. Además, el esfuerzo realizado de la mano con la academia para sincerar las cifras de fallecidos por culpa del COVID, nos muestra su interés de gobernar con evidencia científica, sin los típicos cálculos políticos.

El perfil de estadista del presidente Sagasti es lo que necesita el Perú en este momento político, en un escenario de tanta crispación. Una persona preparada, de buenas formas, muy concertador, que concentra su energía y tiempo en resolver los problemas más apremiantes del país. Capaz de armar en cuestión de horas un equipo ministerial de primer nivel, con gran capacidad técnica y vocación de servicio.

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Pero perfiles como el de Paniagua y Sagasti son la excepción. La regla hoy es una clase política más preocupada en la confrontación permanente y la disputa por pequeñas cuotas de poder. Lo vemos en estos días en los que la irresponsabilidad sobra, y donde no somos pocos los que empezamos a expresar que extrañaremos a este gobierno de transición.

Lamentablemente, en los años que vienen tendremos más política como la que vemos estos días y menos de la política que personifica Sagasti. Y en unos años, probablemente hablaremos de esta gestión como se habla hoy de la de Paniagua. Pero, más allá de la gratitud, lo que los peruanos deberíamos preguntarnos es qué debemos hacer para que este estilo de gobierno deje de ser la excepción y se convierta en la regla.

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