Tras demoras en el Legislativo en los dictámenes de las reformas planteadas por el Ejecutivo, Vizcarra planteó cuestión de confianza exigiendo su aprobación. (Foto: Andina)
Tras demoras en el Legislativo en los dictámenes de las reformas planteadas por el Ejecutivo, Vizcarra planteó cuestión de confianza exigiendo su aprobación. (Foto: Andina)

Martín Vizcarra llega a la pista de despegue de 2019 con una aprobación colosal y una oposición golpeada que le ofrecen el espacio de maniobra que ningún presidente ha tenido desde los noventa. En los últimos seis meses ha mostrado un oficio político que no parecía tener, usando la fuerza de sus rivales a su favor y sabiendo hacer suya la indignación popular, beneficiado, además, por el contexto judicial de sus opositores. Todo esto le ha permitido ganar la legitimidad política necesaria para gobernar y que, al asumir como suplente, podría no haber tenido.

Políticamente le viene bien el giro de Daniel Salaverry que incluyó un portazo a Fuerza Popular, donde difícilmente seguirá en el futuro. Los congresistas naranjas no se quedarán de brazos cruzados y le harán la vida imposible, así que esto obliga a Salaverry a tejer alianzas con las otras bancadas y el mismo gobierno, lo que le permitiría a Vizcarra reducir conflictos con el Legislativo.

Pero no todo es color de rosa. Dos asuntos que el presidente tendrá que sortear y que sus rivales no callarán son Chinchero, donde ex funcionarios vienen siendo investigados, y la última campaña de PPK, donde hay varias preguntas todavía sin responder. Esa es la ranura por la que sus opositores esperan colarse.

Aun así, el viento sopla a su favor, pero no necesariamente lo hará todo el año. Su gran desafío es cumplir las expectativas que ha sembrado y lograr que su aprobación personal sea también la de su gobierno, que más allá de las victorias políticas y gestos acertados, no ha logrado cambios materiales, como la reconstrucción del norte, la mejora de los servicios de salud o un liderazgo más visible en la mejora de la educación pública. Para eso debe intercalar más el sombrero de político con el de gestor.

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