Entre dos fuegos

“El presidente supo leer muy bien el descontento popular y lo convirtió en su espada. Pero eso no va a ser suficiente para soportar el embate de la información que llegará pronto desde Brasil”.
El presidente Martín Vizcarra dijo que pueden opinar sobre el Ministerio Público, pero no intervenir por respeto a su independencia. (Foto: GEC)

Una de las preguntas que más ha rondado por mi cabeza es cómo pasará esta primera mitad del quinquenio que PPK inició a la historia. Por un lado, podría ser recordado como un tiempo de crisis absoluta en cada una de las partes del aparato estatal y de un nivel de corrupción expuesto que gangrenó al sistema de administración de justicia y a la clase política en general. Por otro lado, podría ser también recordado como un quinquenio republicano e institucional. En donde todas la barreras constitucionales se pusieron a prueba, pero resistieron.

En realidad, la respuesta a esa pregunta dependerá en buena cuenta de lo que el presidente Vizcarra haga a partir de los primeros días de enero. Su popularidad, que es inmensa, lo hace muy poderoso frente a la ciudadanía. Pero es una popularidad consolidada a partir de la dialéctica.

El presidente supo leer muy bien el descontento popular y lo convirtió en su espada. Pero eso no va a ser suficiente para soportar el embate de la información que llegará pronto desde Brasil y la inmensidad de trabajo pendiente desde el Poder Ejecutivo.

Pienso que Vizcarra ha hecho en este 2018 lo que tenía que hacer: equiparar el poder desmedido que tenía el Congreso, conectar con la gente y –sobre todo– ofrecer un liderazgo a un país que andaba por ratos como pollo sin cabeza.

En este 2019, no obstante, su principal énfasis debería estar en continuar con lo empezado, en retomar la bicameralidad y sobre todo en ejecutar desde cada área del Gobierno dejando de lado el populismo que quizá fue una concesión política necesaria este año, pero que a largo plazo siempre pasa factura.

Los ciudadanos, mientras tanto, deberíamos evitar quedar atrapados entre estos dos fuegos que se han iniciado entre quienes creen que Vizcarra, Pérez y Concepción son Grau, Cáceres y Bolognesi, mientras que Keiko Fujimori es la personificación del demonio. Porque a las cosas hay que llamarlas por su nombre: los primeros –bien o mal– están haciendo su chamba. La segunda es inocente –así como todos los demás acusados– hasta que un juez diga lo contrario. Así que tocaría temperar un poco las aguas y esperar vigilantes.

La polarización en la que hemos andado durante todo este año no suma a nadie. Que los partidos políticos se destrocen, tampoco. Más bien, este frenesí por apedrear al enemigo político de turno va a traer dos consecuencias irreversibles: la primera es que se está sembrando una década de rencores por cobrar y la segunda es que se está fertilizando el terreno para que un radical tome el poder. Ninguna conviene. No pensemos en 2019 por una vez, sino en 2039. A ver qué pasa.

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