El 31 de agosto de 2016, un año atrás, Dilma Rousseff fue retirada del gobierno por mal manejo fiscal y falsificación de las cuentas nacionales. Su caída representó el fin de 13 años de dominio político del Partido de los Trabajadores (PT) y el inicio de un nuevo periodo en la vida política brasileña. En esos 365 días, Brasil ha vivido cambios importantes:
1. Se desmanteló el proyecto de poder del PT y se regresó a la alternancia democrática.
2. Se ha superado la peor crisis económica de la historia de Brasil.
3. La inflación cayó de 9.0% a 3.7% y los intereses del BCR cayeron de 14% a 9%.
4. Se reformó la Constitución y se ha puesto un techo al gasto público.
5. Se eliminó el financiamiento a los gobiernos comunistas y populistas: Cuba, Venezuela, Angola, Argentina, etc.
6. Lava Jato ha seguido y Lula ha sido condenado a 9 años y medio de prisión.
7. Se frenó el despilfarro del BNDES y se inició la privatización de las empresas estatales.
8. Se reformó la legislación laboral (filo fascista) y se flexibilizaron los contratos laborales.
9. Se eliminó el impuesto para el financiamiento de dirigentes sindicales.
10. Se redefinieron las alianzas internacionales con base en los intereses del país y no de las ideologías.
Brasil vive un clima de alivio e insatisfacción. Alivio por verse libre de la ineptitud extrema de Rousseff. Insatisfacción por la corrupción generalizada en el Congreso, el Ejecutivo y las contratistas, por la complicidad del Poder Judicial, por el adoctrinamiento de la juventud, la fuerza del populismo y por el sentimiento de se que va a requerir mucho tiempo para que el “país del futuro” tenga un futuro de país desarrollado.