(Getty Images)
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Esta semana en Brasil se ha caracterizado por una caída de 8% en la bolsa de valores, y por un alza del dólar como en el fin del gobierno de Dilma Rousseff, R$3.90. ¿Por qué esa volatilidad? La razón de fondo es la incertidumbre electoral. Las dos opciones que se están configurando como potenciales ganadores de la primera vuelta en octubre de este año son extremas, tanto de derecha como de izquierda. El derechista Jair Bolsonaro mantiene 20%, el populista radical Ciro Gomes se está transformando en la opción de la izquierda y las opciones de centro están fracasando en crear una candidatura viable. El riesgo de un retroceso populista es real.

Para complicar la situación, Lula se ha lanzado como precandidato. Él sabe muy bien que, como condenado por corrupción, está impedido de candidatear (Ley de Ficha Limpia, firmada por él mismo), pero no quiere que el Partido de los Trabajadores (PT) lance otro candidato. La única opción para que su plan funcione es que el Tribunal Superior Electoral (TSE) viole la ley y haga una excepción para él, porque es Lula. Esta opción es poco viable, pero la presión sobre el TSE incrementa la incertidumbre en la capacidad de las instituciones jurídicas del país de hacer cumplir las leyes.

Se puede afirmar con seguridad que la economía brasileña no va a reactivarse en los próximos meses, y que la campaña electoral va darse en un ambiente de frustración política.

Estas elecciones pueden volverse el desafío más serio que la democracia brasileña ha enfrentado desde el final del gobierno militar, en 1985. Si no surge una candidatura viable de centro-izquierda o de centro-derecha, el país puede polarizarse como no ha ocurrido en décadas.