Brasil: Miles salieron a las calles a protestar en contra de la corrupción que destruye el país. (EFE)
Brasil: Miles salieron a las calles a protestar en contra de la corrupción que destruye el país. (EFE)

Entre 1964 y 1985, Brasil fue gobernado por los militares. Desde entonces, con el regreso de la democracia, los políticos y sus partidos pasaron a gobernar el país. Hoy, la crisis económica y la evidencia de la corrupción generalizada han puesto en cuestión a quienes han tenido la administración de la cosa pública.

Una encuesta reciente de la FGV ha constatado que el 78% de la población desconfía de los políticos actuales y de sus partidos, y el 55% afirma que no votará por los candidatos de las últimas elecciones.

Esos sentimientos hacia los políticos constituyen una situación nueva. Por un cuarto de siglo, los políticos brasileños fueron vistos como personas meritorias, que habían contribuido al retorno de la democracia. Hoy, esos mismos políticos son vistos como corruptos e incompetentes.

Para el 63%, los actuales niveles de corrupción del país le generan angustia. El 42% llega a discordar que la democracia sea el mejor sistema político, el 46% confía en los militares y no son raros los mensajes en las redes recordando el gobierno militar. Sin embargo, el 74% valora el derecho a elegir sus gobernantes, y ello solo existe en las democracias.

A un año de las elecciones presidenciales, la población se siente desconcertada con los actuales políticos, pero no tiene mucho tiempo para pensar en alternativas. De los candidatos, solo se destacan Lula, de izquierda, con su electorado cautivo y Jair Bolsonaro, de derecha, que está creciendo. Esta tendencia puede seguir, pero también es posible que aventureros políticos se presenten como opción de renovación, capten las expectativas de la población, cambien el mapa del poder en el país.

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