Protestas en Brasil. (EFE)
Protestas en Brasil. (EFE)

En el Brasil, los temas políticos eran poco tratados en los medios y poco discutidos en el día a día de las personas. Sin embargo, desde que se inició la campaña por el juicio político a Dilma Rousseff y las denuncias del Petrolão, 2015, los temas políticos han crecido en importancia para el gran público y los debates políticos se han vuelto más polarizados.

En vez de discutir sobre el Campeonato Brasileiro o la última novela, los temas de las conversaciones cambiaron al Petrolão, Lava Jato, crisis económica, etc.

En esos debates, las concepciones liberales y conservadoras comenzaron a capturar el interés de la opinión pública, sin que el PT, ni las demás corrientes de izquierda, encontraran forma de derrotarlos en los debates. En las últimas semanas, han ocurrido dos incidentes cuyas perspectivas son preocupantes:

En Rio Grande do Sul, se ha descubierto un grupo anarquista, conformado por estudiantes de posgrado, brasileños y extranjeros, dedicado a tirar bombas incendiarias en partidos políticos, bancos, entidades judías, iglesias, comisarías, etc. Y la semana pasada, en Pernambuco, estudiantes de izquierda agredieron a golpes a los asistentes a una película del filósofo conservador Olavo de Carvalho.

El PT siempre ha tenido, en su interior, corrientes favorables al uso de la violencia, pero en estado latente. Ahora que ha perdido el poder y asiste a su derrota política y cultural, esos grupos comienzan a creer que la violencia, especialmente la agresión física, a sus opositores es su mejor opción. Ese giro hacia la violencia va a tener un costo social, pero también va a traer mayor descalificación moral de la izquierda brasileña.

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