Premier reitera que importancia de diálogo para las inversiones (Renzo Salazar)
Premier reitera que importancia de diálogo para las inversiones (Renzo Salazar)

Santiago Pedraglio

spedraglio@pucp.pe

Han pasado dos meses desde la designación de Martín Vizcarra como presidente de la República. En dos meses no se le pueden pedir milagros, ciertamente. Sin embargo, es posible demandarle precisiones sobre el norte de su gestión. ¿Cuáles son sus apuestas centrales –sus aspiraciones principales– para los más tres años que tiene por delante como autoridad máxima del país?

De estas primeras semanas surge la sensación de que quiere ser un gobernante de perfil bajo, de poca exposición y protagonismo selectivo. Tal estilo en sí mismo no es ni malo ni bueno, y quizá le acomode por personalidad y trayectoria. Empero, sea cual fuere el estilo de gobierno, es necesario saber qué quiere el gobernante, cuáles son sus compromisos, por qué se jugará y cómo hará para estar cerca de las personas.

Lo que no puede ocurrir con él es que opte por pasar desapercibido y que su principal objetivo sea durar el tiempo que le queda. La política de sobrevivir es la peor, y su final está cantado: el presidente y su gobierno serán vapuleados por sus adversarios políticos –más aún considerando que tienen una exigua representación parlamentaria– y, por consiguiente, perderán autoridad frente a la población que todavía simpatiza con ellos.

Dicho de otra manera: el presidente Vizcarra no puede ser PPK II. Si bien es cierto que varias de sus iniciativas tienen que pasar obligatoriamente por el Congreso, y que algunas deberá negociarlas para constituir una mayoría y lograr su aprobación, esto no significa supeditarse a la bancada que ostenta la superioridad numérica.

Su espacio privilegiado de actuación es la calle; son las comunidades y los barrios urbanos; son las escuelas y los centros de salud; y sus prioridades, el empleo, los sueldos, la infraestructura pública, el costo de vida. En pocas palabras, su compromiso práctico con la gente que sufre las mayores urgencias. Al presidente debería quedarle claro que el factor principal de una eventual crisis de su gobierno no provendrá del Congreso, sino de las múltiples crisis sociales que se pueden estar gestando.