(Luis Centurión)
(Luis Centurión)

Santiago Pedraglio

spedraglio@pucp.pe

El gobierno de Pedro Pablo Kuczynski ha sido un lamentable fracaso. No se trata de alegrarse por eso, pero el resultado es cristalino: PPK es, ahora, la muestra palpable de que se puede ser un empresario muy exitoso –en términos del estereotipo–, pero un gran desastre como gobernante.

La oposición también fracasó. El núcleo mayor, Fuerza Popular, no solo se dividió –con pelea a muerte entre los hermanos KF–, sino que se mostró ineficiente para medir sus ventajas de mediano plazo y, en resumen, sus actuales dos sectores pierden con la crisis.

Durante el periodo PPK, Fuerza Popular hizo una labor claramente obstruccionista, y el Apra actuó como su aliado. Acción Popular se movió en función casi exclusiva de 2021 y APP jugó al muertito. La izquierda, además de dividirse, pasó demasiado tiempo soñando con su asamblea constituyente.

Mientras tanto, el caso Lava Jato ha tendido un manto de desconfianza y en algunos círculos ronda la sospecha de que parte de los últimos movimientos políticos tiene también como propósito crear un escenario político-judicial de sanciones selectivas, lo que significaría jugar al tiro al blanco solo contra Humala, Toledo, Villarán y PPK.

Finalmente, queda claro que el sistema de balance de poderes no funciona. Si el oficialismo no tiene mayoría en un Parlamento, el riesgo de que colapse es muy alto. Ya lo mostró hace 50 años la superconvivencia Apra-Odría, en el gobierno de Fernando Belaunde (1965-1968). Un Ejecutivo con minoría congresal está perdido. ¿Habrían sobrevivido sus cinco años de gobierno Alejandro Toledo con mayoría aprista en el Congreso, Alan García con mayoría humalista u Ollanta Humala con mayoría fujimorista?