Así se desarrolla la Marcha del Orgullo LGBT en Lima. (Diego Pereira/Perú21)
Así se desarrolla la Marcha del Orgullo LGBT en Lima. (Diego Pereira/Perú21)

Fui bautizada en una religión cuyas virtudes eran fe, esperanza y caridad. Es muy básico entender que caridad significa dar a otros bienes materiales, menos si estos ya no se necesitan. La caridad debe ser entendida como dar apoyo moral, saber escuchar, tener paciencia, tolerancia y respeto, y no discriminar ni negar derechos a quienes sentimos diferentes a nosotros.

Hemos ido evolucionando en algunos aspectos: pocos se atreven a manifestaciones abiertas contra personas de raza negra; las personas con deficiencias son acogidas y tratadas; algunas religiones aceptan con tolerancia credos distintos e incluso matrimonios religiosos mixtos.

¿Qué pasa con quienes tienen una identidad o preferencias sexuales distintas? ¿Por qué no les damos el mismo respeto? A un niño de 10 años le puede resultar chocante imaginar a sus padres teniendo sexo (así sea para procrear). Pero, ¿qué diablos le importa a nadie lo que dos adultos hacen en la intimidad, de forma consensuada y sin dañar a nadie? Quienes desean abrazar una religión podrán escoger una que les dé libertad, o dejarla si no les da el apoyo requerido. Es una decisión de cada quien y su fe y, al menos por acá, nadie nos obliga a profesar una.

Pero matrimonio no es solo sacramento; es también un contrato civil voluntario entre dos adultos. ¿Con qué derecho decide alguien que un grupo de personas no puede firmar ese contrato que implica obligaciones y derechos? Lástima que los congresistas que dijeron que lucharían por ello decidieran dejarlo para tener la agenda en una nueva elección.

En el Código Civil Peruano, el asunto se resuelve casi con una “fe de erratas”. Donde dice “unión voluntariamente concertada entre varón y mujer” debe decir “entre dos personas”.