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Esta semana, los ataques de la prensa, políticos y de los "valientes de Twitter" estuvieron dirigidos contra tres mujeres, tres ministras: a Ana María Choquehuanca, a quien conozco hace años por su labor empresarial con mujeres, los tuiteritos se le fueron encima porque equivocó el término feminismo. Poco importó que explicase que creía en la igualdad de oportunidades en la que ha trabajado (a diferencia de sus detractores).

A Fiorella Molinelli la atacan por haber firmado una adenda que, según opinión técnica del Ministerio de Economía, era beneficiosa para el país. Lo explico: Pedí al banco un préstamo hipotecario por US$265,000, a pagar en quince años. Me dieron un interés de 7.5%. Dije que solo podía empezar a pagar dentro de 5 años. Me negaron el préstamo pero, aun así, hicieron la simulación de pagos: cuando comenzase a pagar, mi deuda no sería de $265,000 sino de $369,000. Insistí en que solo podía tener deuda por $265,000 y que me convirtieran el resto en tasa de interés. La tasa subió a 15%.

Esto es exactamente lo que pasó con el préstamo para Chinchero. Para evitar el aumento de la tasa debido a que el primer pago se haría dentro de 5 años, se firmó la adenda.

Marilú Martens tiene un hijo que postuló a una beca. Era requisito tener un ingreso menor a 7 salarios mínimos; situación común para un egresado. No logró la beca; pero como sus padres tienen ingresos y pagan impuestos (con los que estas becas se financian), el joven no tenía ni siquiera derecho a postular. Y ahora, claro, vamos contra la Ministra.

Violencia contra tres mujeres que se pueden defender. ¡Cómo será con las demás!