(Foto: GEC)
(Foto: GEC)

Hace unos días, la representante de una organización europea comentó que algunas empresas estaban despidiendo a los antes muy cotizados millennials por su baja productividad, pues tenían “demasiadas distracciones” (WhatsApp, Instagram o Facebook).

Se les llama millennials a los nacidos entre 1980 y el 2000; y se les define como egocéntricos, narcisistas y dominados por la tecnología. Se dice que piden más que un buen sueldo, un trabajo trascendente; se preocupan por los valores de las empresas que fabrican los productos que compran y cambian de empleo con facilidad porque no suelen tener responsabilidades. Se casan tarde y viven en casa de unos... que se rompieron el lomo por ellos; que sufrieron de jóvenes no poder salir por el terrorismo y no tuvieron fácil acceso a los productos básicos.

Apoyo, hace poco, presentó resultados de una encuesta a venezolanos en Perú: son “los otros millennials”; mejor capacitados que los peruanos, pero laboran en puestos de menor nivel, trabajan más y ganan menos. Su situación es mala y pagan impuestos sin recibir servicios del Estado. Ellos no pueden vivir como los peruanos: aceptan trabajos para los que están sobrecalificados, pero se esfuerzan pues saben que podría ser una oportunidad única. Y enfrentan otra dificultad: la ley hace que les retengan 30% del Impuesto a la Renta, aun si ganan salario mínimo. La norma, pensada para gerentes, se aplica ciegamente a quienes solo logran subsistir. Menos populismo y más compasión.

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