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El mercantilismo del siglo XVI y XVII ha encontrado un nuevo defensor en Trump cuando culpa a China por el déficit comercial de EE.UU. y pretende imponer barreras porque “exportar es bueno, importar es malo”. El efecto de este pensamiento, que debió superarse hace dos siglos, es el proteccionismo que favorece a un grupo a costa de otro.

También nos obliga a recordar la tesis del profesor Kishore Mahbubani: Occidente ha olvidado cómo se volvió poderoso, mientras que Asia adquiere hegemonía con ideas abandonadas por Occidente.

Entre las ideas políticamente incorrectas, Mahbubani dice que lo más relevante de 2001 no fue el ataque a las Torres Gemelas, sino la llegada de China a la OMC, que significó la incorporación de mil millones de trabajadores al comercio global, cuyo impacto no advirtió a tiempo el mundo occidental.

Al desplazarse la producción desde Occidente al Asia, debió ser obvio que golpearía el empleo. Mahbubani sostiene que los EE.UU. tienen que aprender a jugar en su nuevo rol: el segundo poder mundial, en un contexto sin hegemonía exclusiva de nadie.

En el discurso de Trump, es fácil vislumbrar que resiente la situación actual y que, en lugar de adaptarse y aprovechar las condiciones o las que primarán en el futuro, intenta volver al mercantilismo. Esa es la razón por la cual sus críticos denominan su política “Made in USA 1955” (Hecho en EE.UU. en 1955). Con la China, perfectamente capaz de lograr vínculos con el resto del mundo, es poco probable que esta estrategia tenga éxito.

Poco describe mejor la política del actual gobierno de EE.UU. que la frase de Newton: “Los hombres construimos demasiados muros y no suficientes puentes”. En el caso de Trump, esto ha resultado literal.

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