Incendio en la Torre. (USI)
Incendio en la Torre. (USI)

Quienes viven en zonas alejadas pero con acceso a las telecomunicaciones tienen una calidad de vida mejor que quienes se trasladan para dar o recibir un mensaje o servicio: con la telemedicina, el acceso a una llamada móvil puede hacer la diferencia entre la vida y la muerte. La inclusión financiera, el acceso al crédito a menor costo depende, en gran medida, de la comunicación. Perú es un país de grandes ciudades, pero también de pueblos muy pequeños y alejados. Es un reto difícil de integración. La capacidad de comunicación es un derecho humano y el Perú ha tomado medidas claras para garantizarla. Aun así, no se cumplió con la meta de instalación de infraestructura de 2017.

Hace días, un grupo de vecinos en El Agustino atacó a trabajadores de una empresa que instalaba una torre de telecomunicaciones, incendió el camión que la llevaba e intervino la Policía. La municipalidad echó más leña al fuego diciendo que la empresa no tenía autorización para instalar la antena que, paradójicamente, iba a dar un mejor servicio a los vecinos que se oponían.

Los motivos de este comportamiento son dos: uno, que las antenas producen cáncer. Ya la OMS ha publicado contundentes resultados de investigación que prueban que son inocuas. El segundo, que “las torres son feas”, invaden espacios públicos y no se compensa económicamente por su uso.

La ley permite instalar torres en áreas públicas si cumplen requisitos, y la empresa los cumplía. Sin justificar la violencia, esto debería revisarse pues el área pública es de todos y, como en toda actividad lucrativa, debe compensarse económicamente, en este caso al municipio. Hoy las antenas se transforman en palmeras, faros y hasta obras de arte. Solo falta un paso de coordinación.

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