(Difusión)
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Hace muchos años, Cecilia Bolocco, ex reina de belleza y luego esposa del presidente de Argentina Carlos Menem se lució con un vestido transparente que causó escándalo entre los más conservadores y entusiasmo entre los demás. Hoy, en Argentina comienza a avistarse un nuevo desnudo presidencial, esta vez menos sensual: a raíz de los hallazgos de “los cuadernos de la corrupción”, se empieza a ver los detalles más vergonzosos de la red de corrupción que montaron los Kirchner y que, según el juez Bonadio, “le sacaba con procedimientos amañando dinero al Estado, en detrimento de la educación, la salud, los jubilados y la seguridad; que dejaban al pueblo más humilde sin cloacas, sin agua corriente, sin servicios, sin transporte seguro”.

La cantidad de dinero que se moviliza en la obra pública ha sido tentadora, tanto para empresarios como para políticos y sus operadores en casi toda la región. Pero, a diferencia de lo detectado en el Perú, donde se atribuye a las empresas el liderazgo de la corrupción, en Argentina la iniciativa la habría tenido, primero, Néstor y, luego, Cristina Kirchner para cobrar grandes sumas de dinero a las constructoras que quisieran ejecutar obras públicas.

Lo más interesante es que se espera que las acusaciones no terminen en empresarios y políticos y que comience también a acusarse a los jueces y fiscales que decidieron el sobreseimiento de las causas durante muchos años.
Al parecer, entre los jueces argentinos se está perdiendo ese malentendido espíritu de cuerpo y, detrás de cada acto de corrupción probado y precedido por un sobreseimiento, se está procesando un encubrimiento, igualmente punible.

¿Qué pasaría en el Perú si acusaciones que en su momento fueron desestimadas volvieran a revisarse?