Essalud
Essalud

Cada ampolla le cuesta a Luis S/13. Tiene un serio problema de várices y, para caminar sin dolor, debe ponerse dos ampollas interdiarias. Trabaja por propinas en un centro deportivo. No tiene seguro y solo ha logrado comprar cuatro ampollas desde que se las recetaron. A Luis no le importa si el ministro de Salud es aprista, vegano o Hare Krishna. Solo necesita las ampollas para trabajar y dar de comer a su familia. Además, la discusión sobre el salario mínimo es irrelevante; en los mejores días saca S/50 y el día que no trabaja, no gana. Vacaciones y gratificaciones son cosas que nunca ha tenido.

Luisa es trabajadora del hogar. Fue con un insoportable dolor de oído a un Hospital de la Solidaridad. La consulta le costó S/13. Le diagnosticaron una infección y le dijeron que tenía sangrado. Le dieron una receta con la cual tenía que comprar medicamentos por S/220. Solo uno de ellos, el Nasonex, costaba S/120. Desesperada por el dolor, pidió dinero prestado para comprarlos.

En un hospital público, la “doctora” le dijo a Lina que tenía un enorme tumor en el útero que requería operación. La ayudaron para que pudiera atenderse en un centro privado donde, a pesar de todos los exámenes, nunca encontraron algo anormal.

En Repensar la Pobreza, Dufflo y Banerjee dicen que un buen resumen del sistema público de salud de los países pobres sería “2 x 2 x 2”: La consulta dura 2 minutos, el médico hace 2 preguntas y recetan 2 medicamentos. Si no fuera tanto lo que sufren, podría tomarse con humor.

La pelea por las etiquetas en los alimentos procesados parece estar tomando todo el tiempo de los funcionarios a cargo de la salud pública. Debe ser muy entretenido lo de los octágonos y los semáforos, pero hay temas más importantes.