(USI)
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Esta semana también escribiré sobre parte de la agenda por Lima. La migración es posiblemente la mayor fuerza tras los cambios positivos de nuestro país en estas décadas, que a veces perdemos de vista. Los migrantes, que usualmente son personas que tienen una mayor disposición a arriesgar, a emprender, han cambiado Lima y nuestro país. Pero nuestro estado kafkiano y formalista los maltrata.

Las personas que se asientan en Lima le compran terrenos a traficantes de tierras. Su via crucis no termina ahí. Les tarda más de una década tener título de propiedad, agua, desagüe, caminos, losas deportivas, muros de contención y escaleras. Sus dirigentes tienen que lidiar con su municipio distrital, la Municipalidad de Lima, Defensa Civil, Cofopri y Sedapal. Entre la coima y la desidia, sus hijos no se nutren adecuadamente y tienen anemia, por lo que son condenados a tampoco tener oportunidades.

La ‘muni’ debería liderar el proceso de formalización de la propiedad dentro del Estado en una ventanilla única. El PMO de Lima debería diseñar y supervisar todas las obras, incluidos teleféricos. Y el plan urbano debería identificar y desarrollar áreas de vivienda social, terminando finalmente con las invasiones.

Los permisos son, como la zonificación, una tremenda fuente de coimas. Los distraídos deberían uniformizar sus procedimientos administrativos. La empresa que instala el gas, por ejemplo, trabaja en el Perú y Lima, no en distritos soberanos para complicar todo a propósito. Una empresa privada debería supervisar los permisos. Y un sistema único debería asignarlos.

Nos llenamos la boca hablando de ciudadanía. Acá hay un par de ideas de cómo tratar a los ciudadanos.

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