Martín Vizcarra entró en el terreno político cuando, en el 2008, lideró la protesta de su natal Moquegua conocida como el “Moqueguazo”. Después se desempeñó como gobernador regional en su terruño, del 2011 al 2014.
Martín Vizcarra entró en el terreno político cuando, en el 2008, lideró la protesta de su natal Moquegua conocida como el “Moqueguazo”. Después se desempeñó como gobernador regional en su terruño, del 2011 al 2014.

¿Es un juego de lealtades? ¿Estamos hablado de traidores, como ha deslizado el presidente Kuczynski en otra desafortunada intervención pública? ¿Qué significa, verdaderamente, el silencio del vice, hoy embajador en Canadá, Martín Vizcarra? ¿Por qué tanta desesperación en el círculo más cercano del Poder Ejecutivo por escuchar la voz de ‘Martincito’? En la otra esquina, ¿por qué hoy los fujimoristas apuestan, con todo, por Vizcarra cuando hace 10 meses le exigían su renuncia no solo al Ministerio de Transportes, sino a la vicepresidencia por el caso Chinchero, cuya investigación fue archivada hace unos días? ¿Por qué tanta bipolaridad en la clase política nacional?

Queda claro que los que intentan poner contra la pared a Martín Vizcarra para que hable y los que hoy lo apapachan están como en un circo romano, entreteniendo a la platea sin pensar en cómo se agudiza el daño en la vida nacional. Hay muchos dichos que describen momentos, pero imagino que Vizcarra debe estar recordando, como provinciano que es, que en boca cerrada no entran moscas ni moscones y que uno es dueño de sus pensamientos pero esclavo de sus palabras.

En política debería haber un interés supremo: el cumplimiento del marco constitucional, más allá de los juegos de ajedrez o los exabruptos de muchos de nuestra clase dirigente.

Sacarlo ‘al fresco’ a Vizcarra para que rompa su gélido silencio canadiense es una maniobra ridícula y desesperada. Mecerlo en la cuna cuando antes lo has querido patear o desaparecer es perverso y deprimente. A veces el sonido del silencio dice mucho más que las palabras que se las lleva el viento y más si son gritos destemplados y fuera de lugar.

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