Tantas veces Keiko. Hace mucho el país se desplaza entre los antifujimoristas y los fujimoristas. En política, dicen los entendidos, para sobresalir necesitas un antagónico. Sin embargo, para dar viabilidad a un Perú agónico moralmente, lo que divide está restando.

La Sra. K, aunque Keiko lo niegue, ha sido amamantada casi toda su vida por la política de su padre, y por su propia experiencia. Debería tener claro que todo poder desgasta.

Aunque el 2011 y 2016 no haya llegado a la presidencia “por un pelito”, tiene el poder de más votos en el Congreso (al escribir esta columna se está decidiendo la nueva directiva), pero, pese a la renuncia de Kuczynski, una gestión frágil de Vizcarra, un Poder Judicial en cuidados intensivos por una septicemia generalizada, parece no entender que la ciudadanía se está cansando de sus actitudes y respuestas.

La Sra. K no percibe que su proyección para 2021 se deteriora y persiste en mantener, a toda costa, la presidencia de Fuerza Popular en el Legislativo. Los fujimoristas creen que su defensa es el blindaje, el ataque y la victimización, y aunque pretendan no ser percibidos como “los cortadores del jamón”, sus decisiones determinan el ahora de nuestro país. Y le cargan las tintas a la prensa. Nada más equivocado que defender lo indefendible con agresividad.

Para empezar, la prensa no es una sola. Somos muchos los periodistas que no estamos en los extremos –ni fujimoristas ni caviares– y representamos a un grueso importante de la población que está harto de los “jaloneos histriónicos” de los “moralistas” y los “inmorales”.

Los hechos son claros y no se pueden cambiar. La historia no se debe reescribir, sino entender, para evitar caer en la cloaca de la corruptela sistémica. A los fujimoristas no les conviene seguir dirigiendo la Mesa. Si los señores del Congreso no llegan a interpretar a quienes representan, están condenados a seguir cayendo ante los ojos de millones que están a la espera de que piensen primero en los abandonados ciudadanos peruanos. Para ellos, #Feliz28.