Maritza Garrido Lecca salió luego de 25 años en prisión. (Geraldo Caso)
Maritza Garrido Lecca salió luego de 25 años en prisión. (Geraldo Caso)

Tras un cuarto de siglo de la captura de Abimael Guzmán, decenas de terroristas de Sendero Luminoso y el MRTA cumplieron condenas y salieron en libertad sin concitar mayor atención de la clase política y de los medios de comunicación. Sin embargo, las reacciones indignadas y todas las alarmas se encendieron ante dos casos femeninos emblemáticos, con perfiles y rasgos comunes: mujeres bonitas, de clases sociales privilegiadas y educadas en las élites. La norteamericana Lori Berenson, quien finalmente fue expulsada a su país y, esta semana, Maritza Garrido Lecca, a quien fuera de la cárcel, custodia la Policía, para que pueda moverse y llegar a su destino en algún rincón del norte del país.

Pero, más allá de los flashes, debemos preguntarnos si verdaderamente hemos aprendido algo sobre estas organizaciones subversivas que desangraron el país por más de dos décadas. La verdad es que ni el Estado ni la clase política ni los gobiernos sucesivos desarrollaron herramientas de respuesta eficaz para defendernos de una arremetida ideológica de Sendero Luminoso.

Evidentemente no constituye una amenaza policial ni militar, pero no podemos quedarnos en rasgarnos las vestiduras, declarando personas non gratas a los terroristas liberados, sino configurar protocolos para proteger a los ciudadanos, sobre todo a los niños y jóvenes, de la penetración de la ideología violentista y antisistema. Esa es la tarea pendiente.

Ejemplos hay en el mundo. Uno de ellos es lo que ha logrado Alemania para no borrar las masacres del nazismo. Aprobó una ley que condena con cárcel el negacionismo. ¿Por qué no podemos hacer algo similar en nuestro país? ¿70 mil muertos no valen ese esfuerzo para neutralizar a cualquiera que justifique la barbarie?

Se debe actuar sin rencor, pero sí con mucha memoria para no repetir esta historia de terror. Tampoco ayuda que en esta coyuntura se bajen un gabinete, como trofeo para los radicales.