¡De opereta!
¡De opereta!

Francisco Enrique Hugo Petrozzi Franco, efímero ministro de Cultura, el octavo de este periodo gubernamental, que comenzó con Pedro Pablo Kuczynski, demostró que de ambición por el fajín tenía mucho, pero de capacidad política y manejo del sector casi nada.

Francesco, como le gusta que lo llamen, sabe Dios por qué, fue nombrado por el presidente Martín Vizcarra como un actor político que jugó a favor de la disolución del Congreso en las tablas y con voz de tenor.

Se alejó vociferando de Fuerza Popular, partido con el que entró al Congreso, en octubre de 2018, alegando diferencias ideológicas e irregularidades dentro de la bancada fujimorista. Su efímero paso por el despacho (dos meses) está vinculado al pésimo manejo de la destitución del periodista Hugo Coya de la presidencia ejecutiva del Instituto Nacional de Radio y Televisión, mientras este se encontraba de viaje.

Petrozzi quiso hacer control de daños en los medios de comunicación, pero solo agravó la situación del gobierno. Es cierto que el presidente Martín Vizcarra firmó la resolución del cese de Coya y el nombramiento de Eduardo Guzmán; es decir, esa decisión fue respaldada y aprobada por el jefe de Estado.

Es verdad también que ambos periodistas son personas experimentadas, con capacidades para el cargo e idóneos para garantizar pluralidad en el manejo de la información, pero la actuación pública de Petrozzi fue de opereta.

Puedo decir que he trabajado tanto con Hugo Coya como con Eduardo Guzmán (con este último mucho más cerca) y no voy a ser ligera con ninguno de los dos. Ambos tienen los pergaminos para un puesto de tanta responsabilidad.

A esta hora había especulaciones de que habían ofrecido el cargo a Cecilia Bákula, y esta había declinado con contundencia. Más allá de agua para molinos llevados por algunos coleguitas, aquí lo importante es que el gobierno de turno garantice una TV pública a la altura y un gestor de Cultura que no sea un politiquero de opereta.

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